Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría: «La capacidad para olvidar lo negativo es salud mental»
Salud mental
Defiende que para alcanzar la felicidad son necesarias «cuatro grandes notas»: el amor, el trabajo, la cultura y la amistad
27 Jan 2024. Actualizado a las 18:39 h.
Enrique Rojas aprovecha los primeros instantes de entrevista para presentarse a pesar de que, hoy en día, lo raro es no saber quién es él. Siguiendo la influencia de su padre, el psiquiatra Luis Rojas, es catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica, así como director del Instituto Rojas Estapé de Madrid. «He vendido tres millones de libros traducidos a muchos idiomas. Desde el inglés al alemán, pasando por el ruso, el italiano, el polaco o el portugués», indica el reconocido doctor. El último, se encuentra en librerías desde hace unas semanas y ya va por su segunda edición: Comprende tus emociones (Espasa, 2023). Lo ha presentado hace unos días en compañía de dos de sus hijas que, siguiendo el legado en la familia, también tienen como vocación la salud mental: la psiquiatra Marian y la psicóloga Isabel Rojas Estapé; a las que menciona en varias ocasiones a lo largo de la conversación.
—¿Las emociones son lo mismo que los sentimientos?
—Hay una diferencia entre los dos. El sentimiento es un estado del ánimo, positivo o negativo, que nos acerca o nos aleja de la persona o la situación que tenemos delante de nosotros. Es la manera habitual de cómo experimentamos la afectividad. Las emociones son, igualmente, estados de ánimo, ya sean positivos o negativos; pero son más breves, más intensos y se acompañan siempre de un componente de manifestación física, como es la ansiedad, el miedo o momentos de gran alegría.
—Menciona la ansiedad, ¿qué es exactamente?
—La ansiedad es un temor que se vive como anticipación de lo peor, con incertidumbre, donde aparecen malos presagios mentalmente hablando. Existe taquicardia, sudoración, reflujo gástrico, dificultad respiratoria, sensación de falta de aire y un gran malestar interior.
—¿Y las pasiones?
—Las pasiones son estados de ánimos de gran intensidad que nublan el entendimiento y, de alguna manera, la vida racional pasa a un segundo, tercer o cuarto plano. Son muy intensas.
—¿El amor entraría dentro de esas pasiones?
—Hay dos modalidades importantes de amor: el enamoramiento y el amor ya consolidado.
—¿Qué es enamorarse?
—Enamorarse es encontrarse a sí mismo fuera de sí mismo. Decirle a alguien: «No entiendo la vida sin ti».
—¿Y cómo se puede mantener ese amor ya establecido?
—El amor es alquimia, magia y códigos secretos; complicidad. El amor de la pareja es una tetralogía: está formado por el sentimiento, la voluntad, la inteligencia y la espiritualidad. Son cuatro puntos fundamentales.
—¿Cómo influye la voluntad en ese amor ya establecido?
—La voluntad es la que sostiene el edificio afectivo. Es luchar por corregir errores, defectos o fallos de la conducta de uno que afectan a la otra persona.
—«El amor es el fin del hombre y el principio de la felicidad», escribe usted en su último libro.
—Exacto. Quiero decir que el principal argumento de la vida es el amor, que no hay felicidad sin él. La palabra amor ha estado muy falsificada en la sociedad actual porque a cualquier cosa se le llama amor. Cuando esta sale de nuestros labios y no implica sacrificio o donación, suena a algo vacío y hueco.
—¿Cómo saber si se está acertando en esa elección de pareja, de amor?
—Uno se da cuenta de que esa relación tiene futuro cuando se da admiración por la otra persona. Por delante de la atracción física y psicológica, que vienen después. Esa persona me ayuda a crecer como ser humano y saca lo mejor de mí. Me ayuda a cerrar las heridas de atrás y me llena de alegría. Hay comunicación y complicidad y, de esa manera, veo que puede ser parte fundamental de mi proyecto de vida. Es uno de los temas que voy a tratar junto a mis hijas Isabel y Marian en un curso sobre inteligencia emocional que vamos a dar en Madrid.
—Usted remarca que no debemos anclarnos en las cosas negativas que nos pudieron suceder en la vida.
—Sí. Porque cuando nos anclamos en cosas negativas que nos han pasado, como traumas, desdichas, momentos duros y errores, uno queda traumatizado y se convierte en una persona neurótica. Es decir, agria, amargada, resentida, dolida y echada a perder.
—No siempre es fácil cerrar heridas del pasado.
—Siempre se lo repito a mis pacientes: necesitas reconciliarte con tu pasado. La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. La capacidad para olvidar lo negativo es salud mental.
—Sobre la tristeza, ¿existen diferentes tipos?
—Sí. Existe la tristeza psicológica, debida a algo negativo que nos ha pasado. Pueden ser grandes o pequeñas tristezas: la muerte de un ser querido, una dificultad económica, situaciones sociales o familiares, amistades que no han funcionado bien… Esa tristeza es soportable y el tiempo cura esas heridas. Pero hay otra, la depresiva.
«La palabra amor ha estado muy falsificada en la sociedad actual porque a cualquier cosa se le llama amor»
—¿Y cómo es esa tristeza depresiva?
—Es mucho más intensa y mucho más fina que la anterior. Aparece gran melancolía, ideas de suicidio, bloqueo mental, incapacidad para asumir los retos del día… Lógicamente, tiene un pronóstico más complejo porque se trata de una enfermedad que hoy en día se llama depresión y en el pasado se le conocía como melancolía.
—¿La idea de felicidad cambia según nos hacemos mayores?
—Cuando uno es joven, la felicidad consiste en grandes aventuras, subir y bajar, experiencias impactantes. Pero cuando uno es mayor, de cincuenta años en adelante, la felicidad consiste entre otras cosas, en tener paz interior. Significa armonía por dentro y capacidad para asumir lo que uno es y lo que uno está siendo.
—En el libro menciona aquellas cosas de las que más nos arrepentimos en el lecho de muerte.
—Sí. Es una investigación que ha hecho una enfermera australiana, Bronnie Ware, que pasó muchos años trabajando en una unidad de cuidados paliativos, y de la que también se tiene experiencia en el Centro laguna de Madrid, dedicado a tiempo completo a pacientes paliativos. Esta última, dirigida por la doctora Díaz del Río. En el lecho de muerte, la gente se arrepiente de haber trabajado demasiado, de haberle dado demasiada importancia a cosas en la vida que no tenían tanto interés. También de haber querido hacer más lo que otros esperaban de nosotros que lo que uno mismo quería. No haber sabido disfrutar más de la vida y, finalmente, no haber sabido encontrar respuestas adecuadas al sentido de la vida. Es decir, una cierta falta de espiritualidad.
—¿Qué es una persona tóxica?
—Mi hija Marian Rojas Estapé ha hablado mucho de esto, de lo que es una persona «vitamina» y la que es tóxica. La primera es aquella que siempre es capaz de ver lo mejor de ti, aunque sea pequeño o mediano. En cambio, la persona tóxica es la que tiene una agudeza especial para lo negativo y te dice los fallos, errores y defectos de tu comportamiento.
—¿Existen las personas tóxicas en general o lo somos en determinados momentos de la vida?
—Más que personas tóxicas en general, que las hay pero no son muchas, hay reacciones tóxicas. Son personas más o menos sanas que tienen una cierta tendencia de forma intermitente a decir lo más duro, lo más negativo. A ponerte firme contra ti mismo y hacerte una crítica velada o clara de tu comportamiento.
—Es casi imposible no acabar con esta pregunta: ¿qué es, según usted, la felicidad?
—La felicidad consiste en dos cosas. Primero, tener una personalidad equilibrada, de cierta madurez. Y en segundo lugar, tener un proyecto de vida, coherente y realista, con cuatro grandes notas dentro: amor, trabajo, cultura y amistad. Cuatro elementos que saltan, suben, bajan y se arremolinan formando un bloque. Pero no hay felicidad sin alguno de ellos.