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Alfonso Martínez Arias, biólogo: «Cada semana, tienes un intestino nuevo»

Vida saludable

Cinthya Martínez Cinthya Martínez La Voz de la Salud
Alfonso Martínez Arias es un reconocido biólogo español.Alfonso Martínez Arias es un reconocido biólogo español.

El investigador considera que debemos prestar menos atención a nuestros genes y más a las células para seguir avanzando en nuestro conocimiento sobre el ser humano

13 Mar 2025. Actualizado a las 13:47 h.

Alfonso Martínez Arias es un galardonado investigador que ha recibido la Medalla Waddington de la Sociedad Británica de Biología del Desarrollo y el Lifetime Achievement de la Sociedad de Investigadores Españoles del Reino Unido por sus contribuciones a la biología del desarrollo. Basándose en su investigación, lanza una pregunta: «¿Qué define quiénes somos?». Hasta ahora, dice, la respuesta eran los genes. Pero para él, lo son nuestras células. El profesor de Investigación de ICREA (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados) en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y miembro de EMBO (Organización Europea de Biología Molecular) acaba de publicar Las arquitectas de la vida (Paidós Contextos, 2025), donde propone un nuevo paradigma para entender la biología. 

—¿Qué le lleva a escribir Las arquitectas de la vida?

—Tengo cuarenta años de experiencia en la Biología y me he dado cuenta de que vivimos en un mundo en el que el gen tiene una importancia muy grande. Todo lo medimos a través de genes. Digo todo y no creo equivocarme. Se habla de los genes de una compañía e incluso de un equipo de fútbol. Pero soy una persona cuyo interés y carrera se ha ido desarrollando en estudiar cómo un huevo se convierte en un organismo. Y ahí, me he dado cuenta de que los genes no pintan, por así decirlo, lo que la gente dice. 

—¿Qué nos cuentan y qué propone usted?

—Los genes son herramientas de las células. Por eso, quizás estaría bien poner estos argumentos de una manera constructiva y organizada, que es lo que hice en el libro, y al hacerlo, me he dado cuenta de que hay un mundo que tenemos que descubrir y que puede ser mucho más útil, como referencia, a lo que somos y lo que no, que los genes. En el fondo, esa es la mayor razón, tratar de expandir los horizontes que tiene la gente sobre lo que es nuestra naturaleza. No solo no está basada en los genes, sino que no está determinada por estos. 

—Entonces, ¿los genes son las herramientas y las células son las maestras de la obra?

—Exacto. Las células son las que cogen las herramientas y construyen. Son las que tienen el plano en una cabeza, por así decirlo, pero no entendemos cómo es posible. Quizás aquí radica otra de las cosas que yo quiero transmitir, que hay cosas que no sabemos todavía, pero que no las sepamos todavía no quiere decir que no las podamos conocer. Creo que la ciencia avanza porque reconocemos que hay cosas que no sabemos. Creo que hoy en día estamos dándole a los genes mucho poder sobre cosas que ellos no explican, pero nos hemos convencido de que ellos pueden explicarlo todo. Está claro que no.

—¿Puede proporcionarme un ejemplo?

—Los gemelos es un ejemplo de dos individuos que tienen exactamente los mismos genes, son idénticos y, sin embargo, son muy diferentes. Cuando uno analiza, por ejemplo, enfermedades, si todo estuviera determinado por los genes, los dos tendrían que tener las mismas, pero hay muchísimos estudios que sugieren que ese no es el caso, hay mucho más. Las huellas digitales, como también cuento en el libro, ni las de las dos manos son iguales y están utilizando los mismos genes. 

—¿Sabemos cómo trabajan las células?

—No, estamos aprendiendo. Este es el gran reto que tenemos. En el siglo XX hemos aprendido qué son y cómo funcionan los genes. El gran reto para este, y estamos trabajando en ello muchos de nosotros, es cómo funcionan las células. Sabemos que las células son, por así decirlo, inteligentes, pero no sabemos dónde reside esa inteligencia y cómo la ejecutan. Sabemos que las células saben contar, saben medir el espacio, el tiempo, y en todos estos procesos utilizan a los genes. Pero necesitamos saber cómo lo hacen y en eso estamos trabajando mucho. Pero está claro que los genes no explican muchas cosas. 

—Usted dice en el libro que las células hacen coreografías. 

—Hay un momento en nuestras vidas, que los biólogos que trabajamos con embriones llamamos gastrulación, que es especialmente importante. Como decía mi amigo Lewis Wolpert, es incluso más que cuando te casas, te divorcias o consigues cualquier otra meta en la vida. Es el momento en el que la masa de células que se produce por la multiplicación del cigoto, la unión del espermatozoide y el huevo, de pronto  está indiferenciada y las células se empiezan a mover en una coreografía increíble y a partir de eso, en el curso de un día, aparece un boceto de lo que es un cuerpo humano. Eso lo hacen con una coreografía perfecta, entre ellas, entendiéndose, midiendo el espacio, las proporciones. En el caso de un ratón dura un día y medio, en el nuestro, al cabo de una semana. Lo que era una masa de células tiene una cabeza por un lado, la espalda en el otro… es increíble. Eso se genera a través de algo que las células saben hacer y que nosotros, los investigadores, estamos aprendiendo.

—¿Tenemos células que son inmortales?

—Creo que sí que hay células que son casi inmortales: las germinales, que dan lugar a los gametos. Justo al principio de nuestro desarrollo, antes de que se genere ese boceto del organismo, hay unas células que se separan, que vienen del cigoto y que dan lugar a las células germinales y van a pasar a la siguiente generación. Hasta cierto punto, esas sí son inmortales. No de que el organismo sea inmortal, sino en el tiempo. Es una cosa que a la biología le importa. 

—¿Y dentro de nuestro cuerpo, hay células inmortales?

—No. Pero sí podríamos dar datos interesantes. Cada semana, tienes un intestino nuevo. Cada mes, tienes una piel completamente nueva, cada diez años no eres la misma persona físicamente que eres ahora. Y cada día, perdemos dos millones de glóbulos rojos. Es decir, hay células en nuestro cuerpo que están manteniendo todos los tejidos. Esas células tampoco son inmortales. A medida que envejecemos, se van cansando. Tampoco entendemos muy bien que significa todo esto. No sabemos si lo que se muere, por decirlo así, es el organismo o las células. 

—¿Se sabe a qué velocidad se cansan esas células?

—Es interesante, porque cada tejido tiene su propio reloj. Hay sistemas en nuestro cuerpo que se cansan antes que otros. Estamos utilizando el término cansado y las células que generan, estas células que llamamos células madre, se van haciendo viejas también. Cometen errores. Por eso la piel se vuelve más fina, porque las células que producen se van cansando y no son tan buenas como las del bebé. Al igual que el intestino, empieza a tener problemas. Nuestro cuerpo es el reflejo del cansancio de nuestras células a medida que envejecemos. Hay gente que se cree que podemos cambiar esto. Yo particularmente, tengo mis dudas. 

—¿Qué son las células madre?

—Son células muy especiales que tienen propiedades interesante. Sobre todo, hay dos tipos de células madre. Lo que llamamos embrionarias, que vienen del embrión, y las adultas. La diferencia es que una célula embrionaria madre tiene la propiedad de que puede generar todas las células del organismo. Una célula embrionaria adulta, el intestino tiene las suyas, la piel tiene las suyas, los huesos también… Esto lo que hace es producir solo un tipo de tejido. Estas células son capaces de, cada vez que se dividen, una célula se va a diferenciar y otra es una copia. Es decir, van manteniendo este potencial.

No se pierde ese potencial de generar células diferenciadas, pero como ya hemos comentado, no hay nada que dure cien años, como dice el refranero. Estas células se van cansando y cada vez van produciendo más células que se diferencian, en lugar de copias de ellas mismas. Al final, se pierde la capacidad de regenerarse y renovarse, pero las células madre son las que tienen esta propiedad. Ser capaces de generar copias de sí mismas sin comprometer lo que van a hacer en su futuro. 

—Antes me decía que nuestro cuerpo es el reflejo del cansancio de nuestras células a medida que envejecemos y que hay gente que se cree que podemos cambiar esto, pero usted tiene dudas. Me gustaría saber más sobre su opinión al respecto.  

—Aunque el libro lo escribí hace tiempo y mis ideas van cambiando, lo hacen en la misma dirección. Creo que debemos de prestar menos atención a los genes y más a las células. Todos tenemos los mismos genes, lo que se dan son mutaciones. Creo que si uno tiene una pensamos que va a tener una enfermedad, pero las células son capaces, muchas veces, de superar los efectos que tendría que tener esa mutación. Hay muchas enfermedades que están asociadas con genes, pero que sufras esa mutación no quiere decir que vayas a padecer la enfermedad. Creo que tenemos que prestar más atención a entender las células. 


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