Saleta Fernández, a nosa nena
Lemos
21 Feb 2017. Actualizado a las 05:00 h.
Saleta Fernández se proclamaba el domingo subcampeona de España absoluta con todo merecimiento. Al mismo tiempo, firmaba la gran gesta deportiva del deporte monfortino en toda su historia, aupándose al panteón de figuras ilustres del atletismo provincial como Fernando Tallón, José Luis Martínez, Cristina Veiga, Tito Margaride, y, por qué no, María Abel o Alessandra Aguilar. En cuanto al sector de saltos, ya se ha convertido en la mejor saltadora lucense de todos los tiempos. Lo ha hecho con solo 19 añitos, que es lo que marca su DNI, aunque su vida deportiva ha sido hasta el momento tan intensa que viéndola en la pista se desenvuelve con la gracilidad y la autoridad de las más veteranas.
El domingo publiqué en Facebook que en la pista de Salamanca yo ya no había visto a una nena. Ahí, vi a una señora atleta. Con trencitas, pero una señora atleta que volvía a ejercer una frialdad siberiana para superar una situación de máxima tensión, con una fuerza y una determinación que serían capaces de fundir un submarino nuclear ruso. Otro salto mágico en el momento más comprometido. De nuevo, una batida tan imponente que catapulta a la pupila de Ramón Torralbo al ático del Empire State Building y otra vez, otra vez más esa delicatessen visual que tiene esta nena en el franqueo. Un franqueo, que como decía Manolo Sanlúcar por la magia de Paco de Lucía con la guitarra, enamora al profano y vuelve absolutamente locos a los que nos enamora la plasticidad de este deporte. Porque arriba en el listón, como dice un buen amigo mío, Saleta es una culebra. Nadie, nadie llega a ese nivel en España.
Cuando a Ayrton Senna, tal vez el piloto más valiente y talentoso que haya existido jamás, le preguntaron cómo negociaba la mítica y asesina chicane del circuito belga de Spa, él respondió como solamente lo puede hacer un genio del deporte: «pé embaixo». Una frase, que delimita la frontera entre el que persigue el rendimiento y el que busca la gloria. Entre el avezado deportista y el verdadero campeón. La vida de Saleta es un constante pé embaixo, dando pasos certeros en una carrera alumbrada por un tipo humilde y sencillo con el que he hablado diez minutos en mi vida y que ya alumbra una humanidad de la que nadie puede alejarse. Y por no hablar de la diva que tiene a su lado, una mujer que lo ha ganado todo y que resguarda a Saleta como lo haría una Juana de Arco frente a las huestes del tartán. Las lágrimas de Ruth al saber que su chica estaría a su lado en el podio, y el cariño que le mostraba una vez arriba, son ya imágenes que quedarán congeladas en las retinas de los aficionados a este deporte.
Y de nuevo, este triunfo no puede soslayarse sin el apoyo de una familia que aporta el sentido del equilibrio que debe tener todo el entorno de un atleta de élite. Sus padres, Carlos y Nieves, son dos figuras que han ido más allá de lo imposible en que este sueño colectivo que envuelve con pasión y esperanza a todos los monfortinos, se vea reflejado en una carrera que se alumbra ilusionante. Sí, se habrá convertido en toda una señora atleta, pero para todos aquellos que la queremos, seguirá siendo aquella nena que después de cada salto nos buscaba con su sonrisa y que disfrutaba del encanto de este deporte. A Nosa Nena.