La Voz de Galicia

Devotos del cepillo de San Antonio

Lugo

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Robos continuos en la parroquia de Vilamoure un mes antes de las fiestas

11 Jul 2014. Actualizado a las 07:00 h.

Algo tienen que tener de especial los gallegos. Un amor por las antiguas constumbres que les lleva a continuar las tradiciones más ancestres. La devoción por las ánimas continúa teniendo un lugar en los pueblos de nuestra comarca lucense. El pueblo de Vilamoure, Parroquia de Santiago de Saa, tiene su propia porta de ánimas. Una construcción de granito situada en el borde de la carretera de Portomarín, LU-612, donde los fieles depositan sus ofrendas en honor a San Antonio.

Benedicto Castro Varela de 67 años, lleva más de treinta años continuando con una tradición que ya desempeñaba su padre. Cada día se dirige al peto de ánimas para recoger y guardar las limosnas: «La gente del pueblo y devotos depositan dinero en el peto de ánimas. La recaudación se destina a las fiestas del pueblo que celebran el día de San Antonio, el trece de junio. Aunque normalmente las fiestas son el sábado anterior».

Veintitrés candados rotos

Pero a veces las costumbres se ven interrumpidas por pequeños infortunios. En el transcurso del año pasado, el Pueblo de Vilamoure tuvo que hacer frente a numerosos robos. En tan solo tres meses tuvieron que cambiar más de veintitrés candados que protegían el peto de ánimas. Pero la historia no termina aquí. En la parroquia del pueblo, situada a doscientos metros en línea recta, llegaron a robar entre cuatro y cinco veces en una misma semana, explica Miriam, vecina que vive frente a la parroquia.

El pueblo de Vilamoure se compone de alrededor de quince viviendas muy esparcidas. Esta podría ser una de las razones por las que nadie llegó a ver al autor o autores de los robos. «Tampoco sabemos la hora en la que actúan. Por motivos de trabajo salgo muchas veces por la madrugada y nunca ví nada. No creo que actúen por la noche», explica uno de los vecinos.

Tanto la parroquia como numerosos terrenos del pueblo pertenecen a la familia Neira, desde hace cientos de años, cuenta María Luisa, descendiente de la familia. «Mis antepasados vinieron a Vilamoure con la intención de instalarse en el pueblo. Compraron terrenos y lo primero que construyeron fue la capilla. Cuando llegó la hora de construir la casa, decidieron irse y se instalaron en otro lugar. Con el paso del tiempo, las propiedades han ido heredándose, hasta llegar a nuestra generación», concluye.


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