«Yo transporté material para el nuevo Ángel Carro en las furgonetas del pan»
Lugo
Amante del fútbol y la harina, como presidente ascendió al Lugo a Segunda B
13 Aug 2019. Actualizado a las 20:49 h.
Brilla en los ojos de Pepe Illán (Lugo, 1943) la satisfacción de quien ha tenido una vida plena. Se define como un tipo con suerte, pero escuchándole queda claro que él la fortuna se la trabajó a pulso. Empezó a ganar dinero siendo un chaval, repartiendo pan con 12 años y desde entonces la harina ha sido su vida. Peleó hasta abrir su propia panadería y llegó a ganar el dinero suficiente para retomar su otra gran pasión, la pelota.
-Empezó pronto en el fútbol...
-Muy jovencito. Entonces no se podía federar a los jugadores hasta los 18 años y yo empecé a jugar en modestos con 16, en la Ferroviaria. Don Emilio Torrón, en paz descanse, y el presidente de la Ferroviaria de aquellos tiempos me falsificaron la ficha. Nací en el 43, así que sería el año 59.
-Tiene que contarme más.
-A mí me presentaron al presidente, que entonces estaba soltero, cuando iba con una novia que vivía ahí al lado del Celta. Yo andaba por allí con otros que le abordaron: «Presi, presi, este es el chico del que le hablamos». Vino a hablar conmigo, yo le dije que no tenía la edad, pero me contestó que no me preocupase, que lo arreglábamos.
-¿Y cómo se las apañó entre chavales más mayores?
-De la Ferroviaria tengo los recuerdos más bonitos como jugador de fútbol. Llegamos a ser campeones de modestos por primera vez en la historia, aquel año teníamos un equipo curioso. A mí me dieron una insignia de oro al mejor jugador, tengo que buscarla por casa y ponerla para presumir. En ese equipo estaba Piño Quiroga, que había jugado en Primera, así que mi reconocimiento tuvo mucho mérito.
-Años después llegaría a ser el presidente del Lugo, ¿cómo fue?
-Me nombraron. Entonces era presidente García Pena, yo era el vicepresidente y lo había sido diez años. Fui presidente porque en una asamblea muy concurrida uno se levantó y dijo: «¿Por qué no eres tú presidente?» y el resto le secundó. Entonces querían echar a García Pena porque no se estaba pagando a los jugadores y había problemas.
-Entró entonces en un momento de necesidades económicas.
-Tuve que negociar con los jugadores para pagarles. Yo cogí el club y al día siguiente a las ocho de la mañana ya tenía en la puerta a la plantilla para reclamar los salarios. Les dije que les iba a pagar a todos, pero que ellos también tenían que echar una mano. También tuve que resolver la deuda con Raúl López, de aquellas le debíamos a Monbus 800.000 pesetas de autocares. Entonces ya estaba el hijo, que se me puso un poco bravo. Yo tenía más trato con el padre. Le dije que le iba a pagar, pero no todo y al final conseguí llegar a un trato con él. Fui pagando todo y dejé el club a cero, también recaudaba dinero gracias a la radio, en un programa con el periodista Paco Rivera.
-¿Fue un alivio cuando lo dejó?
-Para mi mujer sí [ríe]. Mari se sintió aliviada. Lo dejé cuando se hizo el nuevo Ángel Carro. Yo transporté todo el material en mis furgonetas, las que usaba para los repartos de pan.
-Fueron buenos años a nivel deportivo, ¿no?
-Sí que lo fueron, ascendimos a Segunda B. Ahí fue cuando lo dejé y Mari se llevó una alegría.
-¿Es más difícil dirigir un club o una empresa panadera?
-Hoy es más fácil dirigir un club. Cuando yo estaba en la directiva del Lugo teníamos que bajar por las cafeterías y los bares buscando socios. Tampoco había las subvenciones que hay ahora. Los fichajes de los jugadores también los hacía yo, que sabía de eso.
-¿Cómo hacía para ojear?
-Pues a lo mejor jugaba el Lugo en Pontevedra y yo me iba hasta ahí a ver los partidos con mi mujer y mis tres niños. Siempre que viajaba los llevaba. También tenía algo de suerte porque tenía tres o cuatro árbitros de Lugo de Tercera División que habían jugado al fútbol también y eran amigos míos. Me recomendaban jugadores, eran mis ojeadores. Así yo ya sabía a qué partidos tenía que ir para verlos. Antes los jugadores eran casi todos de por aquí, de Galicia.
-Usted estuvo en el Lugo un año como jugador, ¿verdad?
-Sí, yo tenía que trabajar. Tenía la ilusión de tener mi panadería. En el Lugo solo me pagaban el hotel y se comprometían a buscarme un trabajo, pero no me llegaba y lo dejé. Antes no se vivía del fútbol como ahora, que va. Además yo quería trabajar de panadero, que era lo mío.
-Su hijo Óscar siguió sus pasos.
-Sí, Óscar fue posiblemente el chico más tonto de Lugo. Se formó como juvenil en el Sporting de Gijón y tuvo la oportunidad de jugar el Primera División con el Rayo, pasó las pruebas, pero lo rechazó porque él quería ir al Real Madrid. Estaban dispuestos a pagar su libertad en la Milagrosa, que era donde tenía la ficha, aunque entrenaba con el Lugo. Yo le podía haber recomendado en el Madrid, porque Amancio Amaro había estado la semana anterior comiendo en mi casa, pero me enfadé y él se quedó en Lugo. Siempre fue un buen chico y muy trabajador, pero dejó pasar la oportunidad.
-Ahora es él quien lleva el negocio del pan familiar, ¿cuando usted fue presidente compaginaba las dos cosas?
-Sí. Yo trabajaba mucho. Me encantaba hacer el reparto, lo pasaba en grande, pero tuve que dejarlo. Al principio iba con mi mujer y regalábamos mucho pan, sobre todo a los niños. Había mucha hambre y necesidad en Lugo.
-¿Sigue algo al Lugo?
-Sí, soy socio, de hecho tengo que pasarme estos días por las oficinas para renovar el carné. En mi casa tuvimos tres carnés, pero el año pasado me di de baja de dos porque mi hijo no va y ahora Mari, la pobre, no puede andar casi nada y no va tampoco. Yo sí que lo renovaré este año, a ver si no sufrimos tanto como el año pasado.
MARI, EL AMOR DE SU VIDA
La historia de Pepe Illán no se entiende sin su mujer, Mari. Maestra, le ayudó con la contabilidad en la panadería y a sacar su negocio adelante. Al principio le acompañaba en los repartos y fue ella quien insistió en que había llegado el momento de dejar la presidencia del Lugo. Hoy ya no puede ir con él al Ángel Carro porque se mueve con dificultad, pero él sigue hablando de ella con la veneración y el cariño de los enamorados.