Tiempos modernos
Lugo
02 Oct 2024. Actualizado a las 18:30 h.
Me paso a ver a un viejo amigo al Seminario. Está ya jubilado y no es por tanto seminarista, claro, es residente.
—Recuerdo aquí seminaristas a mansalva -le comento.
—¿Seminaristas?... —me contesta— ¡Ay, amigo, ni cuatro gatos quedan!
No es menester que me lo jure, es evidente; con darse uno una vuelta por el rural es suficiente: un párroco cada diez parroquias. Por ahí anda la cosa. Aún recuerdo cuando ayer había misas en mi pueblo poco menos que a diario, y hoy en día ni a domingos dan abasto. Comentándolo con los amigos nadie duda en afirmar que todo es culpa de la Iglesia, que dado el clero que tenemos no hay quien crea. Disiento, por supuesto. No es tan solo el clero, compañeros, es esta sociedad, la nuestra, está en caída libre y se nos muere. Lo espiritual, lo ético y lo moral, como ustedes gusten llamarlo, ya no vende, y cuando en una sociedad estos conceptos se volatizan y transitan poco a poco de lo firme a lo banal es que se muere; y lo demás, tarde o temprano, también se viene abajo. Cuestión de tiempo.
Civilización y Religión son inherentes, nacen juntas, juntas permanecen, y cuando muere una, también la otra se va al garete. Pasó con los romanos, los griegos, los egipcios...: llegaron los de fuera y gradualmente adiós muy buenas dulces dioses del Olimpo.
No, no es el clero en exclusiva, queridos, somos todos, es nuestra cultura; llegan otras confesiones más en auge, más sólidas, más fuertes y van llenando esos vacíos espirituales que ahí dejamos, huérfanos, olvidados.
—Pues eso —aquí mi almohada, a ver qué diablos cuenta ahora—, que Dios nos pille confesados.
Vaya, hombre, al fin en algo congeniamos.