TTIP: Las claves de la negociación secreta entre la Unión Europea y Estados Unidos
Mercados
Transnacionales y «lobbies» impulsan el acuerdo de libre comercio más ambicioso del mundo. El secreto ha prevalecido en las nueve rondas de negociación
21 Jun 2015. Actualizado a las 05:00 h.
Ese gigantesco y complejo monstruo que los dos socios atlánticos están alimentando alejados de los parlamentos y la sociedad civil, es fruto del ingenio y el protagonismo que han tomado las transnacionales y los lobbies para impulsar un acuerdo cuya naturaleza es superior a la de cualquier tratado comercial entre dos bloques. Ni tan siquiera se sabe con certeza quiénes conformaron el Grupo de Trabajo de Alto Nivel que elaboró el primer borrador del mandato negociador.
El TTIP se viene fraguando desde los años 90. Las dificultades para llegar a acuerdos globales dentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para abrir barreras y levantar aranceles obligaron a Estados Unidos a tomar la delantera y adentrarse en caminos alternativos. Así es como nacieron los denominados Tratados de Libre Comercio (FTA) y los Acuerdos Bilaterales de Inversión (BIT), que hoy ponen la poesía en los renglones del TTIP.
Los responsables comunitarios y sus homólogos al otro lado del Atlántico calculaban que para el año 2014 el tratado podía estar firmado y ratificado, pero han surgido muchas dudas, desencuentros y una fuerte contestación social que han obligado a extender de forma indefinida el calendario.
La Eurocámara se ha convertido en un campo de batalla entre defensores y opositores de este acuerdo. El Parlamento Europeo (PE), máximo órgano representativo de los ciudadanos en la UE, ha denunciado el oscurantismo con el que se está cocinando el acuerdo entre el equipo negociador de la Comisión Europea, con el español Ignacio García-Bercero a la cabeza, y el equipo técnico de la Casa Blanca. La información, escasa y sesgada, llega a cuentagotas y cuando lo hace, llega a destiempo, denuncian algunos eurodiputados.
El TTIP es tan controvertido que el PE está teniendo serias dificultades para articular una posición común en torno a las negociaciones. Este mismo mes, el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, se vio obligado a aplazar el debate y la votación sobre el mandato negociador en el pleno de la Eurocámara ante el riesgo de que las fuerzas que rechazan la totalidad del TTIP cerrasen definitivamente las puertas a un texto de consenso sobre qué se debe negociar y qué no: «Ante el acuerdo comercial más importante de la historia, lo que no puede permitirse el Parlamento Europeo es no tener opinión y para eso se acordó ganar tiempo de negociación», justifica el socialista español Sergio Gutiérrez. El presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo (PE), Bernd Lange, asegura que las negociaciones se han convertido en «un barco en aguas agitadas». El socialdemócrata alemán es responsable del texto que está elaborando la Eurocámara para influir en las negociaciones en las que su presencia ha sido testimonial: «Tenemos que volver a empezar si quieren que el Parlamento apruebe el acuerdo», advierte antes de criticar el hermetismo de los negociadores: «En primer lugar, debe haber una transparencia total para poder comunicar con la opinión pública y responder a sus temores. También hace falta un análisis de lo que ya se haya hecho».
En los cuarteles de Bruselas también crece el escepticismo y las reticencias en torno a algunas de las propuestas que Estados Unidos ha puesto sobre la mesa de negociación: «Algunas cuestiones deberían ser sometidas a consulta pública además de mejorar la comunicación», reconocen fuentes comunitarias.
LO QUE LES UNE
1. ADIÓS A LOS ARANCELES.
Además de eliminar los subsidios un segmento de los productos sujetos a intercambio, los dos socios quieren levantar todas las barreras impositivas a la importación de bienes y las restricciones a los servicios. Aunque la UE y Estados Unidos evocan los beneficios que traerá para la iniciativa exportadora de pequeñas y medianas empresas, lo cierto es que las grandes beneficiadas serán las transnacionales que produciendo a gran escala son mucho más competitivas.
2. ELIMINAR LAS ACTUALES BARRERAS BUROCRÁTICAS.
Para poder abrir las puertas de par en par al libre comercio, la UE y Estados Unidos están dispuestos a eliminar duplicidades y homologar requisitos en ámbitos donde el nivel de protección es similar. También están de acuerdo en que la armonización sea una clave para el futuro. Los dos bloques planean crear el Consejo para la Cooperación Regulatoria. Un órgano técnico, de legitimidad dudosa, que se encargaría de supervisar legislaciones futuras cuando afectase al ámbito del comercio y la inversión.
3. ARTICULAR EL MAYOR MERCADO COMÚN DEL MUNDO.
La UE y Estados Unidos quieren culminar la consecución de la mayor área de libre comercio del mundo. Ambos bloques concentran casi el 60 % del PIB mundial y sus economías abren las puertas a un mercado de 850 millones de consumidores. Bruselas defiende la firma del TTIP y argumenta que podría reportar a la UE ingresos adicionales por valor de 119.000 millones de euros anuales, cifras que muchas organizaciones y expertos ponen en cuestión. El objetivo es que la UE no quede excluida del nuevo sistema comercial internacional si el socio americano sella otro tratado con los países del Pacífico. Para Estados Unidos vertebrar este acuerdo con su principal socio comercial es vital para mantener el eje central del comercio en su región.
LO QUE LES SEPARA
1. ARBITRAJES PRIVADOS (ISDS).
«La totalidad del grupo socialdemócrata europeo está en contra de los ISDS», asegura el líder de los progresistas en la Eurocámara, Gianni Pittela. A ellos se les une un amplio espectro de las fuerzas políticas del hemiciclo que han hecho pública sus reservas sobre este modelo de «resolución de disputas» que permitiría a una transnacional denunciar a un Estado ante un arbitraje privado si cualquier regulación gubernamental supone una merma de beneficios para la compañía. En la práctica, supondría elevar los intereses comerciales privados por encima de la soberanía de los Estados y el bien común de los ciudadanos. La idea no es para nada novedosa. Este tipo de arbitrajes ya existen y están poniendo contra las cuerdas a algunos Gobiernos nacionales. Las alternativas que se barajan a este sistema van desde la plena rendición de cuentas en tribunales nacionales a la creación de un Tribunal Internacional Público sometido a control democrático. La comisaria europea de Comercio, Cecilia Mälmstrom, confirmó el pasado 5 de junio que Bruselas está diseñando «un enfoque reformado para la protección de la inversión» diferente al que propone Estados Unidos: «El derecho a regular en aras del interés público en la UE es sacrosanto», aclaró.
2. PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN.
Otra cuestión en disputa es la forma en la que Estados Unidos y la Unión Europea armonizarán sus legislaciones para regular los estándares de calidad y seguridad que deberá superar cualquier producto antes de llegar al mercado. La normativa europea sigue el denominado «principio de precaución». Esto significa que si existen dudas sobre los efectos perniciosos de cualquier elemento, componente o producto, se prohíbe su uso hasta que se demuestre que es seguro.
En Estados Unidos las pautas son diferentes. Los cambios de las normativas están condicionados a los resultados de litigios en los tribunales. Solo si se demuestra que el marco regulatorio ha sido muy laxo y ha provocado perjuicios a los ciudadanos y consumidores, se puede cambiar.
3. ETIQUETA OBLIGATORIA DE LOS ALIMENTOS.
La trazabilidad de los productos es un rasgo distintivo en la Unión Europea. No solo por la necesidad de informar al consumidor de lo que va a ingerir y en qué medida, sino para poder informar de dónde provienen. Para ello, se utilizan unos indicadores geográficos (IG) obligatorios que Estados Unidos y su industria agroalimentaria quieren eliminar. «Hay que negociar la protección de las denominaciones de origen. En el futuro, me gustaría estar seguro de que el queso parmesano viene de Parma y que el jamón de la Selva Negra, viene de la Selva Negra, no de Ontario», demanda el alemán Lange.
4.PROTECCIÓN LABORAL, DE DATOS Y EXCLUSIÓN DE SERVICIOS PÚBLICOS.
La Comisión Europea insiste en que no se socavará ni un ápice la seguridad de los datos ni los estándares europeos de protección social y laboral. Solo son buenas intenciones. Bruselas es consciente de que tendrá que ceder en algunos puntos controvertidos si quiere cerrar el paquete de medidas. «El acuerdo de libre comercio excluye explícitamente la liberalización de los servicios públicos, pero deber atender a la igualdad de trato entre los proveedores de servicios extranjeros y nacionales», explica un documento de la Comisión Europea que quiere dejar al margen de las negociaciones al sector audiovisual. La igualdad de trato se ha puesto en entredicho por la negativa de Estados Unidos a levantar la denominada Buy American Act, por la que los agentes estadounidenses tienen preferencia sobre los extranjeros a la hora de hacerse con contratos públicos en el país. La UE también exige que se levante la prohibición estadounidense a la exportación de gas de esquisto y petróleo, que ahora se reserva solo para el consumo interno.
5.SUSTANCIAS QUÍMICAS CONTAMINANTES.
El último tema en discordia tiene que ver con la protección medioambiental. La directiva europea Reach se interpone entre Washington y Bruselas. La UE condiciona el uso de cualquier químico a un proceso de regulación, evaluación y autorización mucho más rígido que el de Estados Unidos, donde sustancias prohibidas al otro lado del Atlántico, se emplean con total libertad para usos domésticos, agrícolas e incluso energéticos (fracking).
Los documentos del TTIP, todo un santo grial
El mandato negociador del TTIP va camino de convertirse en una leyenda. Muy pocos pueden decir siquiera que lo han visto. Y quienes lo hacen, deben guardar estricta confidencialidad sobre las lecturas, tal como denuncia la diputada gallega, Lidia Senra, quien este martes podrá acceder a la sala de lectura de la Eurocámara para consultar en un máximo de dos horas algunos capítulos previamente solicitados del TTIP. Para preparar estas citas, el Parlamento Europeo envía un manual de seguridad de 15 páginas para cerciorarse de que todo quede de puertas para adentro. Ese es el mayor grado de transparencia que ofrecen los negociadores a los representantes de los ciudadanos. Puede que ese celo se convierta en el talón de Aquiles del TTIP y acabe por convertirlo en una auténtica pieza de museo.