«Las gallegas siempre fueron emprendedoras y feministas»
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A Susana López Abella le marcó su padre, que no dejaba de repetirle que ella iba a poder hacer en la vida lo que se propusiera; y su abuela materna, ejemplo de mujer luchadora. Con esas alforjas entró en política y puso el feminismo y la igualdad por encima del sexo, la edad o la ideología. Y no solo se empeña en que cunda el ejemplo en la Administración, sino también en toda la sociedad gallega
16 Jun 2019. Actualizado a las 05:09 h.
Procedentes de Chantada y Taboada, los padres de Susana López Abella (Chantada, 1967) se establecieron en Vigo, donde estudiaron sus cuatro hijos. La mayor y única mujer, hoy secretaria xeral de Igualdade en la Xunta de Galicia, empezó allí sus estudios de Económicas, aunque luego ejerció como periodista, profesión en la que está colegiada y que le apasiona. Hasta que un día recibió una llamada.
-¿Cuándo entró en política?
-Trabajaba en la radio en Chantada, una carrera que desarrollé con pasión, cuando en 1999 me ofreció el PP hacer política local, y empecé y estuve como teniente alcalde y con distintas responsabilidades hasta el 2003. Ya en el 2001 me propusieron que me presentase a las autonómicas y desde entonces fui diputada. Más tarde entré en el equipo de Manuela López Besteiro, y para una diputada novata y joven, que ella hubiese confiado en mí fue muy importante.
-Casi siempre en el gobierno, pero con el bipartito le tocó estar en la oposición. ¿Cómo se lleva?
-Pues creo que fui una de las diputadas más reivindicativas, porque llevaba servicios sociales y era Anxo Quintana, el vicepresidente, el que tenía esa responsabilidad.
-Responsabilidad que luego quedó en sus manos...
-Cuando llegó Feijoo en el 2009 se suprimieron todos los servicios que estaban duplicados y el Servizo Galego de Igualdade desapareció y se integró en la Secretaría Xeral de Igualdade, entonces con Marta González. En el 2001, el presidente me llamó y me propuso que ocupase yo la secretaría xeral de Igualdade.
-¿Cómo surgió su militancia con la igualdad?
-Fue algo que siempre me inculcó mi padre. Quizás por ser la mayor de mis hermanos y por ser mujer, él siempre trató de empoderarme y de decirme que tenía que ser independiente. Siempre al salir del colegio iba a recogerlo a la sastrería que tenía en Vigo y teníamos muchas conversaciones, y él me decía: ‘Tú vas a poder ser lo que te propongas’. Todavía hoy me lo dice. Adoro a mi padre. Pero también fue importante el ejemplo de mi abuela materna, una mujer de aldea luchadora que me inculcó que yo no era menos que ningún hombre. Las gallegas siempre fueron emprendedoras y feministas, aunque ellas no lo supiesen.
-Vox cuestionó las leyes de violencia de género y usted no disimuló su enfado. ¿Hay un retroceso en los derechos de la mujer?
-Creo que avanzamos pero no podemos parar ni un minuto ni relajarnos, es una carrera de fondo. Y el que niegue el problema de la violencia de género cuando llevamos un millar de mujeres asesinadas es que no conoce la realidad o no quiere admitirla.
-¿Hay solución?
-Sí, si se trabaja de forma transversal; con sanidad, educación, con las familias... Hemos avanzado mucho; en el 2000 no se hablaba de violencia de género, se hablaba de crímenes pasionales.
-Y sin embargo hay datos alarmantes entre los jóvenes.
-Los hay. Se reducen las denuncias en edades tempranas y se están reproduciendo estereotipos machistas a través de los medios audiovisuales, de las redes sociales y de las letras de las canciones. Ahora vienen las primeras comuniones y los padres les regalan móviles y tablets a los niños, y creen que están seguros en su habitación y pueden estar muy lejos y metidos en problemas muy gordos. Hemos puesto en marcha con Xuventude una campaña, Dez razóns para non practicar sexting, y a través del teatro, con Chévere, llevamos a los centros una reflexión sobre estos problemas para generar en los chicos un espíritu crítico.
«No entiendo el feminismo como algo negativo ni radical. Feminismo es igualdad»
La Secretaría Xeral de Igualdade es pionera en medidas como la ampliación de la baja paternal o las campañas de conciliación e igualdad real entre sexos.
-¿Es partidaria de la discriminación positiva?
-Lo soy, sin duda alguna. Las políticas de la Unión Europea van en ese sentido y en Emega, el programa de ayuda al emprendimiento femenino, las aplicamos. Se modificó la ley electoral para aplicar las cuotas y eso es también positivo, porque se decía que a la mujer no le interesaba la política. ¿Cómo no le va a interesar si está haciendo política todos los días, en la casa o en el trabajo? No podemos consentir que un hombre hable por nosotras. Y eso no se salta la meritocracia, no es incompatible. Si somos el 52 % de la población, pues habelas, hainas.
-Y sin embargo, las jóvenes se interesan cada vez menos por las carreras técnicas.
-Cierto, se está hablando de un descenso de vocación femenina. En Informática, por ejemplo, cayó la matrícula de un 32 a un 11 %. Por eso llevamos a los centros de estudios la campaña Nin máis nin menos, iguais; con referentes femeninos. Contamos con la colaboración de Alicia Estévez, Elena Vázquez Cendón y otras muchas mujeres cuyo ejemplo es importante. Desde que nacemos vamos asumiendo roles, yo digo que es una lluvia fina de macromachismos que están siempre ahí. No podemos reducir nuestras vocaciones a los cuidados y no puede ser que en el ámbito judicial haya más abogadas y jueces, y en sus órganos de decisión, no.
-¿Romperá algún día el techo de cristal?
-Yo le llamo el techo de hormigón. Las mujeres están creando asociaciones profesionales; las arquitectas, las periodistas, las ejecutivas... Es una manera de hacerse visibles. Como está haciendo Executivas de Galicia con Referentes galegas. La excusa de que no hay mujeres en según qué ámbitos ya no vale.
-¿El feminismo es bueno para los hombres?
-Por supuesto. Ellos también fueron víctimas de una educación machista y patriarcal. No estoy de acuerdo en que deban quedar al margen de este movimiento. No entiendo el feminismo como algo negativo ni radical. Feminismo es igualdad.
La ribeira sacra vinícola y literaria
Aunque se crio en Vigo y nunca olvidará la sensación de la arena de las playas de Nigrán sobre sus pies descalzos en un atardecer de verano, Susana López Abella contaba los días para que llegasen las vacaciones y poder ir a Chantada y a Taboada, a la casa de los abuelos. En una de esas verbenas de verano conoció a su marido y compañero de vida, Manuel. «Cuando me ofrecieron entrar en política lo consulté con la familia, y siempre tuve su apoyo». Los hijos vinieron pronto. La mayor la tuvo con 19 años, «y fueron tiempos difíciles en los que había que compaginar la crianza con el trabajo y los estudios». Hoy, la mayor tiene 32 años y su hermano, 23. Y Susana y Manuel, que ya llevan 33 de casados, disfrutan ahora de los trabajos en su bodega y de los paseos entre viñedos o cerca del mar. Ella, si puede, con un buen libro entre manos. El último que leyó fue el ganador del Premio Planeta, Todo esto te daré, de Dolores Redondo. «Me encantó; además está ambientado en mi tierra, en la Ribeira Sacra».