Vacunas y nuevo desorden
Mercados
28 Feb 2021. Actualizado a las 05:00 h.
El año de la pandemia ha sido también el momento en que se ha hecho evidente que el orden internacional de las últimas décadas está seriamente puesto en cuestión. ¿Ha comenzado la desglobalización? Pues sí y no. En artículos anteriores ya hemos explicado que en algunos aspectos importantes de la mundialización de los flujos económicos -sobre todo, los financieros- apenas se puede percibir un retroceso. Pero sí en otros: los flujos comerciales y las cadenas de valor, por ejemplo, se ven sometidos a crecientes limitaciones, derivadas de los cada vez más visibles reflejos nacionalistas (presentes, desde luego, en el America First trumpiano», pero también, no nos engañemos, en el nuevo Buy American, que intenta popularizar el gobierno de Biden). Y luego está la creciente lucha por la hegemonía tecnológica, que a veces cobra formas de guerra económica abierta; por ejemplo, cuando por orden ejecutiva de Trump, varias compañías chinas de telecomunicaciones (China Mobile, China Telecom y China Unicom) fueron expulsadas de Wall Street, el pasado mes de noviembre. Si hay algo más opuesto a la globalización es el cierre de mercados.
Con el nuevo año las cosas no parecen haber mejorado. Al contrario, las relaciones internacionales tienen ahora mismo algo de ley de la selva, observable sobre todo en el importante episodio de la distribución de las vacunas, crucial desde el punto de vista sanitario pero también para las posibilidades y ritmos de la recuperación económica. Aunque no de un modo tan crudo, se han reproducido las prácticas egoístas y restrictivas del comienzo de la pandemia (entonces referidas a mascarillas o respiradores). La cuestión más crítica se centra en los países en desarrollo, pues los más avanzados más o menos se las van arreglando (aunque es evidente que, por ejemplo, entre la UE y el Reino Unido todo esto va a dejar algunas heridas adicionales).
Pero en el mundo en desarrollo el problema es más profundo: dado que las vacunas más probadas en Occidente apenas llegan allí, y teniendo también en cuenta que la iniciativa de la OMS para la distribución universal de 6.000 millones de dosis COVAX va muy retrasada, no es raro que numerosos gobiernos de todo el mundo hayan llamado a las puertas de quien sí se muestra dispuesto a atenderles. Es decir, a China y Rusia. No sería raro que, dentro de unos años, hablemos de aquel momento en que -diplomacia de las vacunas mediante- se puso la semilla de un nuevo orden global.
La reflexión de fondo sobre todo esto parte de un hecho que tiene mucho de paradójico: las tendencias a la cooperación internacional han retrocedido justo cuando más lo necesitábamos. Porque ahora se ha hecho claro para todos que la seguridad sanitaria es un bien público global de primera magnitud y que sin elementos de coordinación es imposible garantizarla. De un modo más concreto, también observamos que para la fabricación de las vacunas son necesarias complejas cadenas de valor repartidas por geografías diversas. Pero, tal y como antes decíamos, esas cadenas se ven ahora sometidas a presiones que pretenden restringirlas. Y no solo precisamos de la cooperación a la más amplia escala en el ámbito de la salud pública. También en otros que a partir de esta coyuntura crítica se han convertido en prioridades absolutas, como la lucha contra el cambio climático. Cualquier empeño nacionalista en ese campo será como intentar poner puertas al campo abierto. Porque ni los virus ni el medio ambiente entienden de fronteras.
Xosé Carlos Arias es catedrático de la Universidade de Vigo.