Carlos Ghosn, el héroe de la automoción que se convirtió en villano
Mercados
La Justicia francesa acusa al ex consejero delegado de Renault del cobro ilegal de comisiones por importe 30 millones de dólares
08 May 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Que ha sido uno de los grandes directivos de la industria del automóvil, nadie lo discute. Que por algo logró reflotar, en plena crisis económica para mayor malabarismo, a un gigante del sector. Lo hizo con mano de hierro. Embarcado en un proceso intensivo de reducción de costes que acabó valiéndole el sobrenombre de Le cost killer. Pero nada de esa aura de gran gestor le queda ya. Acosado por los escándalos y perseguido por la Justicia, Carlos Ghosn (Porto Velho, Brasil, 1954), que podría haber pasado a la historia de la automoción como el arquitecto de la salvación de Renault, primero; y la resurrección, después, de Nissan, lo hará por sus tejemanejes para quedarse dinero de las empresas que pilotaba y por defraudar a manos llenas. La última de esas acusaciones: haber canalizado 30 millones de dólares de fondos de Renault a través de un distribuidor de automóviles de Omán para su uso personal. Lo que le ha valido al otrora titán del automóvil, ahora residente en Beirut, una orden de detención internacional, a petición de Francia.
En tierras del Líbano anda este brasileño de raíces precisamente libanesas y educación francesa (tiene las tres nacionalidades), desde que a finales del 2019 huyó de Japón, donde estaba pendiente de juicio por otro presunto desvío de fondos, esta vez de Nissan, para beneficio propio. Fue la suya una fuga de película. De alguna manera, Ghosn consiguió eludir la vigilancia con videocámaras 24 horas al día y las fuertes restricciones que le habían impuesto las autoridades niponas. Lo hizo escondido en la caja de un voluminoso instrumento musical, tras la visita de un conjunto musical a su hogar para, supuestamente, amenizar una fiesta navideña. Así fue como el directivo, aprovechando un fallo en el dispositivo de seguridad del aeropuerto de Osaka — un escáner de materiales pesados averiado que ya tenían fichado—, consiguió embarcar en un avión privado, con destino a Turquía, desde donde continuó viaje hacia el Líbano. Todo ello con la ayuda de un ex boina verde estadounidense y su hijo, condenados, por cierto, por ello. La realidad, que tanto se empeña a veces, muchas, en superar a la ficción.
Para cuando los japoneses quisieron darse cuenta del engaño, ya era tarde. Tanto que hasta había tenido tiempo Ghosn de enviar un correo electrónico denunciando la «injusticia y la persecución política» a la que estaba siendo sometido por el país en el que no hacía mucho había sido considerado todo un señor emperador del motor. Aclamado como el hombre que salvó Nissan, sus muchos méritos en los negocios le valieron incluso ser protagonista de un cómic manga. De héroe a villano, sin solución de continuidad.
Con todo, nadie le puede negar al expresidente de Nissan-Renault que, delitos aparte —que es mucho decir—, ha sido uno de los grandes del motor. Y un visionario. Más que ningún otro de la historia reciente de la automoción. Fue el primero en apostar por la movilidad eléctrica y un profeta de la conducción autónoma. Lástima que, como reza el —siempre sabio— refranero popular, su avaricia haya roto el saco de una exitosa y fulgurante carrera profesional.
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