La Voz de Galicia

Diego Vallejo, copiloto: «Me doy por satisfecho»

Motor Gallego

Pablo Gómez Cundíns

Con una brillante y dilatada trayectoria en el asiento de al lado, es un referente nacional

07 Mar 2022. Actualizado a las 05:00 h.

La conversación con Diego Vallejo Folgueira (Meira, 1973) es tan agradable que se entiende que los mejores pilotos lo quieran a su lado. Cualquiera sabe que para compartir muchos kilómetros en coche, mejor llevarse bien.

—¿En qué momento está?

—Cerrando acuerdos junto a Óscar Fuertes para correr algo más que el Dakar este año. En lo personal, en la época de hacer otras cosas, como cursos, y descansando del Dakar.

—¿Pero cuánto hay que descansar del Dakar?

—Los primeros quince días te duermes todo el rato. Este año, además, me contagié de covid justo al regreso. Me dejó roto.

—¿El Dakar es un poco Everest?

—Algo de turismo hay. Se hace popular. Hay muchos no profesionales, pero tampoco llegan muy lejos. Pero a nuestro nivel es otra cosa, no hay ni chistes.

—¿Es tan duro? ¿Da miedo?

—Hombre, miedo, no... pero depende cómo te vaya. Si tienes suerte y esquivas los problemas, no parece tan duro. Pero es la pescadilla que se muerde la cola. Si tienes un problema, llegas tarde, sales tarde, vas detrás de los que corren menos, comes polvo y la pista está más rota, es más peligroso, llegas de noche y tienes más problemas. Es difícil salir de ese bucle.

—¿Es más peligroso que ir a 200 por hora en una carretera secundaria durante un rali?

—Qué va. Muchos accidentes son por despistes por el sueño acumulado. Es más peligroso salir un viernes por la noche. Eso es lo que no me gusta a mí, esa gente que es un peligro al volante. Y que además nos da mala imagen a los profesionales.

—¿Echa de menos los ralis?

—No hace mucho corrí con Pepe López a buen nivel en el Mundial. Voy matando el gusanillo.

—Llegará el momento en que haga dos carreras el mismo día... ¿Cuántas lleva ya?

—Me hicieron un excel: 406.

—¡Qué barbaridad! Eso es que ya tiene usted una edad...

—Je, je, pues no tengo esa sensación. Ni de llevar 33 años compitiendo.

—¿Pero hasta qué edad se puede competir?

—En este deporte pesa mucho la experiencia. El Dakar es más duro mental que físicamente. Vi auténticos armarios llorando y gorditos felices. Es muy importante no estresarte. También es verdad que Sainz ahora no le ganaría a los jóvenes que vienen pegando muy duro en el Mundial de ralis, aunque Loeb quizás sí.

—¿Cómo era copilotar a su hermano, Sergio?

—Los pilotos están cortados todos por el mismo patrón, sobre todo los que van rápido. Corrí con un peruano, criado en Estados Unidos, que trabajó en Inglaterra y vivía en Canarias. Pues psicológicamente era igual que mi hermano: manías, carácter, preparación, ímpetu. Los copilotos somos un poco psicólogos. Enfriamos cuando la cosa está caliente y motivamos cuando está fría. Se dice cantar notas y no leer notas, por eso, porque vas metiendo ritmo.

—¿Cómo se metió en esto?

—Mi padre tenía una compraventa de coches de segunda mano. Había revistas de motor, que al final de las páginas de mercado metían las deportivas. Aquellos coches con pegatinas nos fascinaban. Y nos llevaba al rali San Froilán, a las subidas... Esto da muchos sinsabores, pero nuestro secreto es que somos muy aficionados. Otros lo hubiesen dejado antes. Yo fui copiloto oficial de Citroën. Nunca olvidaré Alemania 2010, segundo en el podio junto a Sordo, entre Loeb y Ogier. Y en Francia, por delante de Solberg.

—¿Qué le queda por lograr?

—Con tres campeonatos de España, tres podios mundiales y habiendo ganado tramos del Mundial, todo lo que venga es a mayores. Logré más de lo que esperaba. Me doy por satisfecho. Cuando corrí mi primer rali dije: «Ya me puedo morir tranquilo». Y ya ves.

—A usted lo que le gusta es correr.

—Sin duda. Soy aficionado en general. Hasta copiloté un camión en Marruecos con un piloto de Kazajistán.

—¿Le da tiempo a ver el paisaje?

—Más de lo que parece, aunque en ralis menos, pero tengo grabados en mi mente para siempre paisajes increíbles del Dakar.

—¿No se marea?

—El cuerpo se adapta. Como a los golpes y botes, hasta para escribir en marcha. Y leer, claro.

—¿Su tramo predilecto?

—En Galicia, el cañón del Sil. En Asturias, Nueva Labra. Sergio y yo tenemos el récord de ese tramo. Es el que más veces hice.

—¿Su coche preferido?

—El Peugeot 205 rallye. El primero que tuve. Me lo regaló mi padre en 1992. Lo vendí a los dos años. Pero el año pasado, escuchando a otro hablar de su primer coche quise ir a por otro 205, entré en una web de compraventa de segunda mano y... ¡apareció ese que fue mi coche! Estaba perfectamente restaurado, así que lo recompré.

—¿Se defiende con la mecánica?

—Algo sí. Te puedo cambiar un palier o la correa de la distribución, porque recibimos formación de los coches. La del Citroën fue en Versalles.

—O sea, que si se me rompe la lavadora, le llamo a usted.

—Bueno, lo intentamos. Soy un poco manitas...

—¿Cocina?

—Desde hace poco y por necesidad. No es mi fuerte, pero de hambre no nos morimos.

—¿Comida favorita?

—El boniato. También me gustan mucho los huevos fritos con patatas y chorizo.

—Una bebida.

—Una que tomo pocas veces y a la que me aficioné por el piloto peruano que mencioné: la Inca Kola. Sabe a regaliz.

—¿Música, series o películas?

—Prefiero leer, un poco de todo, pero me gustan mucho las novelas bélicas. Y Ken Follett.

—¿Tiene moto?

—Una de trail, porque la uso para entrenar navegación y marcar recorridos.

—¿Le gusta viajar?

—Sí. Últimamente me he aficionado a viajar en caravana. Soy muy fan del Camino de Santiago, en el punto que sea. Mis amigos siempre me dicen que ya viajo mucho cuando compito. Y yo les digo: «No conozco España... conozco el monte de España». Los ralis no van a las ciudades, es todo carreteras secundarias. Y no hay tiempo para hacer turismo. Lo ideal sería poder quedarse un par de días después de cada carrera. Pero hay que trabajar...


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