Una berlina con mucha vista
Motor ON
La anterior versión del Opel Insignia supuso un salto de calidad importante respecto al modelo precedente, el Vectra, y la marca alemana ha dado este año un paso más que lo acerca al segmento «premium». El nuevo Insignia Grand Sport rivaliza, por confort de marcha y comportamiento, con las grandes berlinas alemanas. Y dispone de elementos muy avanzados como los faros matriciales.
08 Oct 2017. Actualizado a las 09:14 h.
El Opel Insignia ha crecido en anchura pero sobre todo en longitud: son casi 4,90 metros, 5 centímetros más que el modelo antiguo y por encima de todos sus rivales, como el Ford Mondeo, el Skoda Superb, el Renault Talismán, el Peugeot 508 o el Volkswagen Passat. Por el contrario, la altura ha disminuido 4 centímetros. El resultado es una berlina muy estilizada y elegante, con una notable caída del techo en la parte posterior. La línea cromada que recorre la parte superior de las ventanillas y la aleta de tiburón contribuyen a darle un aspecto sofisticado y sutil.
El interior mantiene ese ambiente refinado. El cuadro de instrumentos combina relojes analógicos con una gran pantalla de 8 pulgadas en el centro. Se puede configurar en dos modos de visualización y hay muchísima información, incluyendo temperatura del aceite, voltaje de la batería e historial de consumo. En la consola central otra pantalla táctil permite manejar el navegador, el sistema de audio y el climatizador, que dispone de controles independientes.
La calidad percibida es buena, aunque hay cosas mejorables como un exceso de plásticos negros y duros. Los asientos opcionales son muy cómodos y cuentan con memoria y múltiples regulaciones eléctricas, incluyendo la variación de la anchura del respaldo. Los pasajeros de atrás disponen de salidas de aire y mandos para los asientos calefactables. El maletero ha perdido 40 litros respecto a la versión anterior, aunque la gran apertura del portón lo hace muy práctico. Unos botones permiten abatir los respaldos traseros.
Hemos probado el Insignia con motor de gasolina de 165 caballos. Es un motor turboalimentado, así que en combinación con esa potencia mueve bien el coche aunque no se puede decir que sea un misil: acelera de 0 a 100 en 8,9 segundos y es que el peso del vehículo, casi 1.500 kilos en vacío, lastra un poco sus prestaciones. A cambio, unos desarrollos largos y su baja altura consiguen unos consumos muy bajos para un coche de este segmento.
Lo mejor de este modelo es su suavidad de rodadura, con una suspensión que hace imperceptibles los baches y una dirección muy precisa. La gran distancia entre ambos ejes hace que sea muy estable y vire plano en las curvas, a pesar de las dimensiones y la masa que tiene que mover. El tacto de la palanca de cambio es delicioso y hace la conducción muy placentera. Junto a ella, dos botones permiten elegir entre modo normal y sport.
Nuestra unidad llevaba el acabado Excellence, el más alto de la gama, que incluye de serie apertura y arranque sin llave, volante con ajuste horizontal, start-stop y alerta por cambio de carril. Como opciones montaba head-up display, uno de los más completos y legibles que hemos probado y que proyecta la información directamente en el parabrisas; cámara de 360 grados, asistente personal online y asientos con ventilación.