La Voz de Galicia

Los Presupuestos ¿Generales? del Estado

Opinión

ROBERTO L. BLANCO VALDÉS

06 Nov 2004. Actualizado a las 06:00 h.

DE LA MAYORÍA absoluta podría decirse lo que de la democracia afirmaba Winston Churchill: que es la peor fórmula para gobernar, excluidas todas las demás. Sí, sé bien que voy aquí contracorriente, pero, por favor, sigan ustedes leyendo hasta el final y saquen después sus conclusiones. Reconoceré para empezar que la mala fama de las mayorías absolutas no constituye una maledicencia de demócratas puristas: porque si es verdad, como decía Montesquieu, que quien tiene el poder tiende a abusar de él, parece evidente que una mayoría que permite hacer a quien la disfruta cosas que no podría hacer sin ella es, en principio, de temer. Ejemplos hay sobrados de mayorías absolutas que han sido torticeramente utilizadas por sus beneficiarios más directos. La cuestión no consiste, por tanto, en objetar los problemas de las mayorías absolutas -que sólo un necio negaría- sino en discutir las ventajas de sus alternativas más probables. Y es que, dado que en democracia parlamentaria no es posible gobernar sin mayoría, quien no la tiene ha de intentar alcanzarla aliándose con otros: ocurre, entonces, que esos otros, aunque sean pequeniños , pueden llegar a adquirir un poder desmesurado a su tamaño. Y si es malo que quien tiene muchos votos haga mangas y capirotes, peor resulta que las haga quien tiene muchos menos. Eso es, justamente, lo que el actual debate presupuestario está poniendo de relieve: que el poder del PSOE (con casi el 43% de los votos) para elaborar unos presupuestos generales está siendo condicionado de un modo decisivo por Esquerra Republicana e Izquierda Unida (que obtuvieron el 7,5% entre los dos), partidos ambos que cuentan mucho más que el Popular, pese a haber conseguido el apoyo de casi el 38% de los votantes españoles. Con lo cual, al final, seguimos teniendo mayoría absoluta, sólo que de un tipo peculiar: la que ayudan a conformar dos partidos que están muy a la izquierda del PSOE, uno de los cuales, además, sólo defiende el territorio (Cataluña) en el que obtiene sus sufragios. ¿Es esto mejor que lo que hubiera resultado de haber elaborado el PSOE sus propios presupuestos? La verdad es que lo dudo. Lo dudo, pues la fórmula actual tiene, al menos dos severísimos problemas: que hace protagonista del debate para elaborar una ley que debe ser por su propia naturaleza general a un partido que sólo tienen un interés particular; y que coloca a la mayoría socialista en manos de unos aliados que no le serán de ninguna utilidad cuando se trate de hablar del gran tema de esta legislatura: el de la reforma constitucional. De momento ambos pedirán, para empezar, el voto en contra en el referéndum de febrero.


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