El genocidio sigue
Opinión
10 Mar 2005. Actualizado a las 06:00 h.
MIENTRAS atendemos a la trifulca política catalana o nos amilanamos con las calamidades de Irak, un genocidio continúa su marcha implacable en la región sudanesa de Darfur, pese a las promesas oficiales de ponerle fin. Así lo confirmó hace unos días el Departamento de Estado de EE. UU. en el informe anual sobre la situación de los derechos humanos: «Aunque el Gobierno ha prometido de manera reiterada que se abstendrá de perpetrar mayor violencia en Darfur, las atrocidades han continuado». No deja de resultar llamativo que algunos traten de evitar la palabra genocidio y prefieran hablar de simples violaciones de los derechos humanos, cuando la realidad es que fuerzas armadas regulares y milicias apoyadas por el Gobierno siguen asesinando a civiles y violando a mujeres y niñas. El resultado son los nuevos campos de concentración, con cientos de miles de seres humanos hacinados en el mayor escarnio, después de que hayan sido arrasadas centenares de aldeas de tribus africanas. ¿Qué «requisito» podría faltarle a todo esto para que le llamemos genocidio, como se lo llamó hace un año Colin Powell, entonces secretario de Estado de EE. UU.? Ninguno. Lo cual nos lleva al imperativo moral de intervenir contra los genocidas. Hasta ahora los eufemismos y los acuerdos incumplidos han permitido que todo continúe, que la solución se demore, sin que ni siquiera tengamos la oportunidad de sentirnos mal. El Gobierno de Sudán dice que va a intervenir para poner coto a la masacre y todos están deseando creerle. Lo malo es que no le pone coto porque es justamente su patrocinador: es el gato protegiendo al ratón, como denunció un experto. Y tampoco le ponen coto las tropas desplazadas de la Unión Africana, condenadas a comportarse como testigos y sin autorización para intervenir El panorama es pavoroso y humillante. Sudán es tan grande como Europa Occidental, pero a veces conseguimos que se vuelva invisible y que el terror en Darfur nos resulte imperceptible y desconocido. Pero Darfur es una prueba más de la estupidez humana a la hora de detener un genocidio. Hoy como ayer. Indignante y abominable.