Pizarro y el golpismo
Opinión
La suerte de Pizarro es el epítome del conquistador español: porquero en su adolescencia, aventurero en su juventud, capitán favorecido por Carlos V, para quien ganó un imperio, murió al fin a manos de sus compañeros de armas, tan ingobernables como él mismo.
25 Jun 2006. Actualizado a las 07:00 h.
Así resume el cronista Gómara los primeros años de Pizarro: «Era hijo bastardo de Gonzalo Pizarro, capitán en Navarra. Nació en Trujillo y echáronlo a la puerta de la iglesia. Mamó una puerca ciertos días, no se hallando quien le quisiese dar leche. Reconociólo después el padre, y traído a guardar los puercos, y así no supo leer. Dióles un día mosca a sus puercos, y perdiólos. No osó tornar a casa de miedo, y fuése a Sevilla con unos caminantes, y de allí a las Indias». El joven soldado participa en el descubrimiento del Pacífico con Núñez de Balboa. Sobrevive a la dureza del caudillo Pedrarias Dávila y del área en la que se asientan, el Darién; con Pedrarias funda Panamá, de la que era alcalde cuando crea una compañía con el capitán Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque para conquistar, hacia el sur, una tierra llamada «el Birú». Dos expediciones tienen éxito más bien escaso, aunque se consigue algún oro bien labrado, pasaporte universal; Pizarro vuelve a España y obtiene de Carlos V las capitulaciones de Toledo, que le garantizan de por vida los títulos de adelantado y gobernador. Recluta también a parientes y amigos. Esta compañía y aquellos títulos disgustan al socio Almagro. Los últimos días de 1530 parte de Panamá la expedición la definitiva. Instalan su base en Puná (Ecuador), y allí confirman la existencia del rico imperio inca, para más datos en plena guerra de sucesión. En noviembre de 1533, la capital del imperio, Cuzco, caía en manos de los conquistadores. El 18 de enero de 1535 se fundó Lima, y allí se estableció Pizarro. Su hermano Hernando regresaba de la metrópoli con nuevas atribuciones para el adelantado, y con la concesión para Diego de Almagro de doscientas leguas de tierra al sur de las de Pizarro. El capitán entendió que Cuzco entraba en su jurisdicción, y se adueñó del gobierno. El adelantado acudió a Cuzco, se hicieron las paces y se decidió que Almagro ganase su propia gobernación hacia el sur, en lo que hoy es Chile. Pero esta excursión fue infructuosa: no había oro. El socio desplazado vuelve a por Cuzco. Es abril de 1537, y la ciudad se encuentra sitiada por incas rebeldes. Almagro aprovecha la retirada de los indios y toma la plaza. Los viejos socios vuelven a la paz, pero ésta dura poco. Dos ejércitos de españoles chocan en abril del 38 en el campo de Salinas. Almagro es capturado y ejecutado. Su hijo Diego el Mozo reside en Lima. Allí vuelve Francisco Pizarro, dignificado ya por el emperador con el título de marqués de la Conquista. La conspiración de los almagristas o «los de Chile», desposeídos de gobierno y riquezas, está en marcha. Hacia San Juan de 1541, dice el cronista Cieza de León, «vídose en el cielo una señal antes que él muriese». El 26, un grupo de conjurados corre hacia las casas del gobernador al grito de «¡Viva el rey, mueran tiranos!». Cieza nos cuenta el desenlace: «Los que estaban con el marqués se retiraron dentro a la sala, y con mucha cobardía todos los más de ellos huyeron feamente ... El marqués, con ánimo valeroso, se entró a su cámara a armarse, e se vistió unas corazas, e tomando una espada ancha que le sirvió en el descubrimiento, la sacó de la vaina diciendo: ?Vení acá vos, mi buena espada, compañera de mis trabajos?». La resistencia es inútil: «El marqués, después de haber recibido muchas heridas, sin mostrar flaqueza ni falta de ánimo, cayó muerto en tierra; nombrando a Cristo, nuestro Dios, espiró». La leyenda añade que dibujó en el suelo la señal de la cruz con su sangre. Almagro el Mozo y después Núñez Vela, Gonzalo Pizarro, Centeno y Hernández Girón, asentaron un hábito de golpismo que seguirían, tras la independencia, Gutiérrez, Cáceres, Piérola, Leguía, Sánchez Cerro, Odría, Velasco Alvarado, Morales, Fujimori y Humala. Pizarro no fue un buen comienzo.