La Voz de Galicia

«Cónyugues» y «ambagues»

Opinión

Francisco Ríos

30 Jun 2012. Actualizado a las 07:00 h.

Un reputado periodista radiofónico explicaba a sus oyentes los acuerdos que los jefes de Estado o de Gobierno de medio mundo habían tomado en la cumbre de Los Cabos (México): «Los líderes del G-20 apoyan sin ambagues..., sin ningún tipo de duda, separar el riesgo soberano del de los bancos». El titubeo tras los ambagues reveló que mientras articulaba esta palabra ya era consciente de que no estaba seguro ni de cómo se pronuncia ni de su significado, pues pasó a sustituir ambages (rodeos de palabras, circunloquios) por dudas.

No fue este un caso único de conversión de ambages en ambagues. En un libro sobre Antonio Gala se dice de este que «... escribe la Historia de una manera clara, sin ambagues ni términos grandilocuentes». En Estudios en homenaje a Luis Ángel Rojo alguien apunta: «La única novedad es que nos hemos adentrado sin ambagues en valoraciones políticas...». Hay centenares de ejemplos en obras impresas.

Este caso de pronunciación del fonema /j/, de giro o laringe, como /g/ de gorro no se limita a ambages. Entre las muchas palabras víctimas de este error, quizá la más castigada es cónyuge, muy frecuentemente convertida en cónyugue. El fenómeno comienza con la pronunciación errada, como la de Leire Pajín en un discurso cuando era ministra («... el cónyugue incurso en un delito de violencia de género...»), y pasa a la letra impresa. Así, alguien tituló su tesis La sucesión del cónyugue supérstite, y en leyes y decretos de varios países aparece el barbarismo: «Para los efectos del presente decreto se reputa familiares a la cónyugue y a los hijos de los trabajadores...», «El cónyugue de mala fe no podrá exigir que el de buena fe...».

No vemos una clara explicación a fenómeno tan extendido. En algunas de las personas que hablan gallego con geada (pronuncian el sonido /g/ de Lugo y goma como una hache aspirada) puede ser una hipercorrección cuando se expresan en castellano, y convierten virgen en virguen y agitar en aguitar. Ello no explica, sin embargo, la difusión de este tipo de barbarismos en español, que afecta a los distintos lugares donde se habla esta lengua.


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