Rodeados
Opinión
26 Sep 2012. Actualizado a las 07:00 h.
Hay muchos tragos difíciles de digerir en la vida. No pocas veces la verdad es uno de ellos. Por eso es habitual endulzarla. Para hacer el mundo un poco más digerible. Pero, a veces, ese plato indeseado se sirve de forma discreta en conversaciones privadas. Le sucedió en Estados Unidos al candidato republicano, Mitt Romney, en una cena con millonarios en la que acusó a casi la mitad de los votantes americanos de vivir a costa del Estado. Algún aperitivo amargo se paladea en los juzgados, cuando no queda más remedio que la justificación. «Señoría, ¿pero cómo creen que se consiguen las adjudicaciones?», declaró ante la jueza un responsable de Vendex, la empresa alrededor de la que presuntamente revoloteaban los Pokémon. Otras verdades que se sienten sin que se vean, como una ráfaga de viento, se destapan simplemente observando los hechos. Sucede con el asedio al Congreso. Nada puede respaldar ni la violencia ni que se tome el Parlamento por la fuerza. Pero diferente es la metáfora de rodearlo de forma pacífica. Y extraño es que los ilustres moradores de la Cámara baja parecen sentirse más intimidados por manifestantes que por el látigo alemán o por las directrices de ese enemigo invisible llamado mercados. Seguramente tengan toda la razón. Porque la amenaza real para su forma de vida es la indignación indisimulada del vecino de al lado, que está tan lejos y tan cerca. Muchos gurús coinciden en que este terremoto económico es la tercera guerra mundial. De hecho, los ciudadanos son, una vez más, esos peones sacrificables y sacrificados en aras de un bien superior mientras otros deciden sin salpicarse. Todo por la deuda patria. Triste verdad.