La Voz de Galicia

Falete world

Opinión

Fernanda Tabarés

17 Mar 2013. Actualizado a las 06:00 h.

No vi a Falete saltando al agua de milagro. Porque su estrambótico chapuzón nos acaparó con la misma intensidad machacona que las macarradas contables y vitales de Bárcenas. El primero chapotea como un bufón mientras el otro se pira con los cuartos. Tan viejo como nosotros. Pero en la silueta misteriosa y rechoncha del cantaor encuentro una inesperada metáfora de los tiempos. En esa confusión que lo difumina entre ser hombre y ser mujer andamos un poco todos. Falete parece una Pantoja chaparreta, pero por dentro debe de ser más bien Miguel de Molina con melena. O sea, como España entera, que es pobre por dentro aunque parece rica por fuera. Que está intervenida aunque parece demócrata, que no sabe si es de derechas o de izquierdas, republicana o monárquica, que desprecia al PP y compadece al PSOE. Dentro de cada uno de nosotros hay un Falete que lucha por salir y manifestarse con el mismo ímpetu demoníaco que la Regan de El exorcista. Pero hasta que eso acontezca, somos como zombis cabreados, asustados, indignados y sorprendidos. España se ha convertido en una gran parada de desubicados que no se reconocen en su propio cuerpo; algo parecido a lo que sucede con el transgénero, que atormenta al que palpita por dentro como una señora mientras fabula con guillotinar la contradicción que oculta su bragueta. No debemos indignarnos por el éxito de Falete en bañador. Ni azotarnos por la prosperidad televisiva de algo grotesco mientras el país necesita toneladas colectivas de seriedad. Si antes el símbolo de España era el Quijote, ahora la alegoría colectiva tiende claramente a Falete


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