De Bagdad a Nicosia
Opinión
21 Mar 2013. Actualizado a las 07:00 h.
Aunque el egoísmo también es un criterio de actualidad, que hoy obliga a hablar de Chipre, no quiero que pase el décimo aniversario de la invasión de Irak sin recordar esta guerra tan injusta, mortífera y estéril, que generó la grave crisis que afecta a la ONU e inició la etapa de regresiones nacionalistas que todavía arrastra la UE. Por eso es necesario reiterar su condena, y exigir que el Gobierno reconozca y enmiende la criminal estupidez que nos llevó allí.
Pero la vida sigue. Y este aniversario, del que volveremos a hablar, nos coge entrampados en la crisis chipriota, que no deja de ser un nuevo misterio del rosario de ineficiencias y confusiones que afecta a las políticas europeas. Chipre, que en términos prácticos es un país de juguete, por cuya existencia y reconocimiento indiscriminado anda la UE como anda, llevaba mucho tiempo viviendo peligrosamente, y asentando su ficticia prosperidad sobre dos pilares -el dumpin fiscal y el oscurantismo financiero- que los europeos deberíamos erradicar. Precisamente por eso, porque disfrutó de una tolerancia insultante a lo largo de los últimos años y en su propia incorporación a la UE y al euro, la economía chipriota está hoy en bancarrota, hasta el punto de exigir un rescate bancario de 10.500 millones de euros, que, haciendo comparación con España, equivaldrían a un rescate total de 590.000 millones de euros. Una barbaridad, y una cifra que marea y cabrea a la vez.
En tales circunstancias no estaba mal que el rescate europeo llegase con una condición que obligaba a los chipriotas a pagar una pequeña parte de los impuestos que se habían ahorrado (unos 3.000 millones de euros), que obligase a los evasores y defraudadores rusos a poner otros 2.500 millones de euros para rescatar el insolvente paraíso fiscal en el que tienen entrampados sus ahorros, y que la contribución nacional a ese rescate se hiciese de forma progresiva y a partir de los depósitos bancarios significativos. Por mucho menos de lo que le pasa a Chipre, los españoles hemos visto mermar nuestros salarios entre un 10 y un 20 %, subir el IVA y recortar los servicios educativos y asistenciales de forma significativa.
Pero los europeos y los chipriotas somos así. Y, en contra de la lógica que habíamos invocado en anteriores procesos, cuya esencia consistía en no rescatar bancos con impuestos generales, apoyamos ahora el no de Nicosia, convencidos de que una bofetada dada a Merkel en la cara de los chipriotas justifica plenamente que el capital no pague nada, que las condiciones del rescate vayan a impuestos generales, que la bronca de los paganos la sufran los alemanes y no los chipriotas, y que al dinero negro de los rusos se les garantice, sin sombra de duda, su paraíso fiscal. Y es que a los europeos, cuando nos ponemos a hacer el imbécil, no nos gana nadie.