La Voz de Galicia

Colau y Padilla

Opinión

Carlos G. Reigosa

13 May 2013. Actualizado a las 07:00 h.

La portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, ha confesado que hace «vida de activista» desde el 2001, esto es, desde mucho antes de que empezase la actual crisis económica, con sus consiguientes desahucios. Lo cual quiere decir que su vocación es anterior a la causa que hoy lidera con reconocimiento mediático y clara división de opiniones. Aún figura como abanderada de los escraches o acosos informativos a políticos, sobre todo del PP, para intentar detener los desahucios que proliferan en España. La crisis en este sentido ha sido muy generosa al proveer de causas a todos los activistas que no veían claro su futuro. Ada Colau ni siquiera se ha molestado en terminar su carrera de Filosofía, después de un año de beca Erasmus en Milán, y pese a tener solo dos asignaturas pendientes. ¿Para qué concluir esos estudios? La verdadera oportunidad de labrarse un futuro no está ahora en las aulas, sino en la calle. Y muy pronto la veremos probablemente en las listas de CUP o ICV. Al tiempo.

Otro activista reconocido es Pablo Padilla, portavoz de la plataforma Juventud sin Futuro, quien corea infatigablemente al frente de las manifestaciones que «el plan [de empleo] del Gobierno para la juventud no nos sirve» y que «nos están echando del país». Pero él no se va, porque su carrera política está aquí. Tal vez en la multipolar IU. Esto es lo que suelen decir quienes los atacan. Pero no es este mi caso. Yo creo que son más coherentes y oportunos que Daniel Cohn-Bendit o Rudi Dutschke en el mayo del 68. Hay en ellos unas referencias prácticas que no había entonces. Ignoro las ambiciones personales de Colau o Padilla, pero sé que han identificado problemas reales muy acuciantes. No defiendo los escraches porque no me gusta la intimidación ni siquiera bajo el paraguas del humor, pero reconozco como noble la razón que tienen al combatir los dramas del desahucio y la emigración. Alabo, pues, sus intenciones, y solo lamento que sus alternativas sean poco realistas, tanto en sus estrategias como en sus fines. Lástima.


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