La Voz de Galicia

Ibarretxe era un demócrata. Artur Mas, no

Opinión

Gonzalo Bareño

15 Oct 2013. Actualizado a las 07:00 h.

E n el 2001, el entonces presidente del Gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, configuró un proyecto político que suponía la ruptura de la relación entre el País Vasco y España. Su ambicioso y arriesgado plan reivindicaba el derecho del pueblo vasco a la autodeterminación y exigía a los Estados español y francés que respetaran la decisión que pudieran tomar la comunidad autónoma vasca, la de Navarra y lo que los nacionalistas llaman Iparralde -que comprende tres territorios franceses-, de formar un único Estado llamado Euskal Herria. Por disparatado que fuera lo que se conoció como el plan Ibarretxe, aquello era una propuesta política elaborada, que describía minuciosamente los pasos previos que deberían seguirse para conseguir sus fines, a través de la reforma del Estatuto vasco, y fijaba un preciso calendario parlamentario para su tramitación.

Se planteaba aprobar el plan en el Parlamento vasco tras un extenso debate previo, remitirlo después a las Cortes para su toma en consideración, negociar sus reformas con el Estado y ratificarlo luego en un referendo en el País Vasco. A Ibarretxe se le llamó desde golpista a amigo de ETA. Pero, impertérrito, empezó a recorrer su mapa. Consiguió que el Parlamento vasco aprobara su plan en el 2004. Y en el 2005 se plantó en el Congreso para defender su proyecto. La respuesta fue desabrida. Las Cortes, en decisión muy discutible, rechazaron tomarlo siquiera en consideración para su debate. Hubo 313 votos en contra, 29 a favor y dos abstenciones. Ibarretxe recogió sus bártulos, regresó a Vitoria, disolvió el Parlamento vasco y convocó elecciones. Las ganó de nuevo. Intentó convocar legalmente una consulta. El Tribunal Constitucional se lo impidió y lo aceptó. En el 2009 volvió a ganar, pero no pudo formar Gobierno y dejó la política.

Las similitudes entre lo que entonces hizo Ibarretxe y lo que ahora hace el catalán Artur Mas se agotan en que ambos defienden la autodeterminación, aunque el vasco llamaba a las cosas por su nombre y Mas se esconde tras el eufemismo del «derecho a decidir». Y si Ibarretxe elaboró un plan detallado y se ciñó a los pasos marcados, Mas actúa de forma chapucera y tramposa, con propuestas improvisadas y difusas que cambian de nombre y contenido cada día y que no aclaran la senda democrática hacia una Cataluña independiente. En lugar de llevar su plan a Madrid para defenderlo personalmente, como hizo Ibarretxe, Mas prefiere parapetarse en el Parlamento catalán, donde sabe que tiene garantizado el aplauso de la claque de ERC, de ICV y de CUP, y hasta la ambigüedad del PSC. En vez de plantear un proceso democrático de largo recorrido parlamentario, como Ibarretxe, Mas plantea un órdago para la independencia inmediata y sin margen alguno para la negociación. Y lejos de utilizar argumentos políticos, como el vasco, Mas recurre al insulto y la amenaza. La conclusión es obvia. Equivocado o no, Ibarretxe era un demócrata. Mas, no.


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