La Voz de Galicia

No nos tomen por tontos

Opinión

Fernando Salgado

22 May 2014. Actualizado a las 07:00 h.

Regreso del aeropuerto de despedir a otro joven que, después de culminar su formación, marcha a buscarse el futuro en las islas británicas. Una pieza más de la movilidad exterior que dijo la ministra, un parado menos en el recuento de Rajoy, un emigrante más, como sus dos abuelos. Triste país este de la despedida perpetua: de niños despedimos a los padres y de mayores despedimos a los hijos. De despedida en despedida hasta la despedida final. Pero España va bien, dicen los corifeos del poder. Y yo no dudo de que, para ellos, va extraordinariamente bien.

De vuelta al hogar repaso las noticias del día. De inmediato me doy de bruces con las declaraciones de Juan Rosell, el mismo que sugería retirar la protección a todo parado que rechace una oferta de trabajo «aunque sea en Laponia». El presidente de la CEOE propone ahora rebajar los derechos laborales de los padres para mejorar los de los hijos. Mi ristra de blasfemias, por las que pido perdón al señor obispo de oficio, aún retumba en el vecindario. Y eso que me tengo por persona templada y dialogante: Víctor Vázquez Portomeñe se refiere a mi «amabilidad» en su reciente libro. Pero hay insultos soeces que quitan de sus casillas a cualquiera: por ejemplo, que te digan a la cara que tus derechos están quitando el pan de la boca a tus hijos. Eso, coincidirán conmigo, altera los ánimos.

No acabo de entender tampoco a qué derechos se refiere el jefe de la patronal. La mayoría fueron segados por la guadaña de la reforma laboral. Despedir se hizo barato, los sueldos caen en picado y se acelera la sustitución de trabajo fijo por precario. Los menospreciados mileuristas de hace unos años se han convertido en la aristocracia obrera. Incluso los perceptores del salario mínimo son objeto de envidia: un tercio de los trabajadores gallegos cobran menos de 753 euros al mes -catorce pagas anuales de 645 euros-, según un informe de UGT basado en datos de la Agencia Tributaria. ¿Qué derechos quiere rebajar Rosell? Su propuesta del «contrato único» solo busca joder, simultáneamente, al padre precarizado y al hijo sin trabajo.

Afortunadamente, aunque el presidente de la CEOE no quiera verlo, todo marcha sobre ruedas. «Nos llaman la Alemania del sur», cacarea Esteban González Pons. El ventrílocuo de Cañete, desde que a este lo pillaron los paparazzi en pleno destape machista, lo explica así: «7.000 personas encuentran empleo cada día». No hay errata, amigo lector: 7.000 puestos de trabajo creados cada día, 2.555.000 en un año si las cuentas no fallan, pleno empleo a finales del año que viene. Sorprendentemente, aún no hay noticia de escraches ante la puerta del próximo eurodiputado o de que lo hayan corrido a gorrazos.

Aceptemos que el lenguaje político y la verdad pocas veces sintonizan la misma onda. Reconozcamos que todos, y máxime en plena refriega electoral, exageran los pecados ajenos y resaltan las virtudes propias. Convengamos en que «cada un fala da feira asegún lle foi nela». Admitamos que la herencia recibida ha sido desastrosa sin paliativos y que a los nuevos administradores les cuesta enderezar el rumbo. Atribuyamos algunos estentóreos desatinos a meros lapsus lingüísticos. Pero, después de eso, una vez perdonado lo perdonable, exijamos como ciudadanos que no nos tomen por el pito del sereno. Que no nos tomen por tontos.


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