Todos somos corruptos
Opinión
17 Dec 2014. Actualizado a las 05:00 h.
Lo bueno que tienen los grandes analistas es la exactitud y sabiduría con las que hacen sus diagnósticos. Raras veces fallan. Ahí tenemos a Dolores de Cospedal, que ha dado en el clavo. «La corrupción no es patrimonio de nadie», dijo la pensadora, y añadió: «La misma corrupción que puede haber en un partido político, la hay en la sociedad en general».
Esa es la clave; que esta sociedad está corrupta hasta la médula, como lo está la actividad política y como los propios partidos. Todos tenemos mucho que callar porque el carpintero, el abogado, el farmacéutico, el camionero y el vecino del quinto no son menos rateros que Fabra, Granados o Bárcenas. Aquí los sobresueldos en b corren de acera en acera. Las financiaciones irregulares de las campañas, los delitos electorales, los pagos de obras en negro, el regalo de las fiestas de los nenes, las tarjetas black y los palacetes, son acciones que se han generalizado y de las que se benefician desde el limpiacristales al carnicero. ¿Quién no tiene un Jaguar en su garaje por la generosidad de una panda de amigos? ¿Quién no se ha llevado unos cientos de miles de euros de los cursos de formación? ¿Y quién no tiene un par de cuentas en Suiza?
Todos somos corruptos, pero hasta ahora nadie se atrevió a decirlo. Tuvo que venir Dolores de Cospedal a abrirnos los ojos. Esa es precisamente la diferencia entre una mente privilegiada y los que estamos en esto porque no nos quieren en otra cosa.
Gracias a esa gran y nueva ley de transparencia sabemos lo que piensa Cospedal. Cree que todos somos iguales.