La Voz de Galicia

Elecciones autonómicas en Cataluña

Opinión

Jaime Miquel Analista electoral

08 Mar 2017. Actualizado a las 08:22 h.

Las cifras de Cataluña son muy claras: la mitad de los que se expresan electoralmente lo hacen en torno a partidos de identidad nacional catalana y es así desde siempre; mientras que la otra mitad se manifiesta española y es la que está sufriendo modificaciones profundas en su comportamiento electoral. Las cifras son sencillas, la nación catalana tiene un tamaño de unos dos millones de personas de 18 y más años de edad, si sumamos los votos, o 2,3 millones si ampliamos el censo hasta los 16 años, como certificaron las urnas el 9N.

La mitad española se redefine ahora en dos espacios, uno es uninacional y lo lidera Ciudadanos, y el otro es de identidad plurinacional e inaugurado por los Comunes.

Respecto a la secesión de Cataluña, solo existe en las cabezas de los políticos y algunos de los periodistas que nos lo cuentan. No figura entre las preocupaciones de las personas ni en España, ni en Madrid ni en Barcelona (CIS, barómetros), y es así porque el primer factor aglutinante de las voluntades de las personas, aquí, es precisamente la pertenencia al primer mundo. Y luego, algo que nos llene de orgullo en el membrete, por este orden.

También es cierto que la política de máximos desplegada por CiU desde el año 2010 ha fijado cualquier respuesta del PP sobre esta materia en el cumplimiento estricto de la legislación vigente, transformando así la Constitución de 1978 en las Tablas de Moisés y evidenciándose predemocrático. Y esto es lo mismo que ha partido al PSOE en dos pedazos, de mayor tamaño el que asocia plurinacionalidad con separatismo. Se puede concluir que esta política de máximos catalana ha venido a objetivar la calidad democrática del PP, pero también del PSOE, evidenciándose su precariedad.

Hay tres planteamientos posibles, no son cuatro porque las revoluciones legales no existen y Maidanes hubo uno, no dos: el Maidán hare-krishna de Puigdemont y Junqueras es un concepto de diseño barcelonés. El primer planteamiento es en términos revolucionarios. Para proclamar la independencia de Cataluña basta con el impulso de una minoría que sumará a las masas en ese proceso para establecer otra legalidad, así lo explica Lenin. Otra forma de entenderlo es la que remite a la aplicación estricta de la legislación vigente, lo que impide la evolución de cualquier norma porque traduce los problemas políticos en jurídicos. Ahí están el PP, el PSOE y Ciudadanos, pero no el PSC porque necesita subsistir.

La tercera forma es la convencional de sello UE: se estudian los problemas y se negocian las soluciones. Ahí es donde está el PDECaT, con independencia de lo que nos digan y de los planes de Puigdemont; también los Comunes y es el lugar donde aterrizará el PSC.

De momento, Junqueras quiere ser el presidente de la comunidad autónoma e irán a las urnas dando detalles de una ley de transitoriedad jurídica que ya firmarán. Y ahí va Puigdemont con el bolígrafo en la cartuchera y cada cual a lo suyo, porque el dato objetivo es que Cataluña se independiza este año desde hace ya unos cuantos.


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