La Voz de Galicia

De honorable a detestable

Opinión

Pedro Armas Profesor de Humanidades de la UDC

16 Mar 2017. Actualizado a las 05:00 h.

Jordi Pujol pasó de honorable a detestable en una década. En el 2004, era elegido «español del año» por un diario madrileño. En el 2014, estallaba el caso Pujol, con implicaciones en el ámbito familiar, financiero, policial y político. Todo ello alrededor de un personaje maquiavélico; todo ello en manos de la justicia. Conviene observar las circunstancias sociológicas en el cambio de percepción de eso que se ha dado en llamar pujolismo, para comprender otros ismos políticos: catalanismo, nacionalismo, secesionismo.

Pujol nació en Barcelona, como Maragall y Mas. Por estadística, es normal que los honorables procedan de Barcelona, en cuya área metropolitana viven cinco de los siete millones y medio de catalanes. Allí la izquierda arrasaba; socialistas y comunistas obtuvieron siete de cada diez votos en las primeras elecciones democráticas. Aun así, Pujol se convirtió en el adalid del catalanismo. Se presentó como el único político de derechas que había pasado por las cárceles franquistas. Gobernó de 1980 al 2003, con tres mayorías absolutas y tres mayorías simples. Moderado y pragmático, se entendía bien con la derecha catalana, a cambio de frenar el movimiento obrero, y se entendía bien con la derecha madrileña, a cambio de inversiones estatales en Cataluña. Cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad, Pujol era visto como el maquinista de la locomotora de España. Hoy la locomotora es un vagón a punto de ser desenganchado. Ese vagón, cargado con una quinta parte del PIB nacional, no es el vagón de cola, por lo que puede provocar un descarrilamiento.

A Pujol se le culpa de haberse llevado millones a Andorra y Suiza, pero no del desafío secesionista, que en Cataluña se achaca a la prepotencia del nacionalismo español, la sentencia contra el Estatut y el desplazamiento del empresariado catalán de los focos de decisión. La caída del empleo, la reducción de servicios básicos y la brecha generacional coadyuvan a diversificar el escenario político catalán, en el que CiU se descompone, ERC recoge sus votos, el PP es cada vez más anecdótico, Ciudadanos recoge sus votos, el PSC es arrastrado por la crisis del PSOE, En Comú Podem recoge sus votos, las CUP dan el salto autonómico…

Y ya nadie reclama la herencia de Pujol.


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