Reino de los jetas
Opinión
24 Mar 2017. Actualizado a las 05:00 h.
Okupación se escriben con ka y sin comillas. Así se acuñó para singularizar una acción que, se supone, tiene una intención política, reivindicativa, contracultural e incluso subversiva. Jeta, sin embargo, se sigue escribiendo con jota porque no hay confusión posible. Jeta es el sinvergüenza, el que actúa con desfachatez, chulería y cinismo. ¿No es eso, acaso, lo que hacen muchos de los buscan la casa vacía, pegan una patada en la puerta y usurpan una propiedad ajena? Privada o pública.
Con ce se sigue escribiendo la ocupación de espacios -casi siempre inhumanos e inhóspitos- por pura necesidad y porque el derecho a la vivienda digna sigue siendo, en muchos casos, solo un enunciado constitucional. Aún hay otro tipo de invasión, que ni necesidad ni intención política tiene: es pura delincuencia, muchas veces organizada. Y maldad. En ocasiones se encapucha la ka como para intentar justificar una acción de usurpación de la propiedad que no la tiene. Como en el caso de Antonio, el emigrante coruñés que después de años de sacrificio en Venezuela se encontró con que la casa pagada con sus ahorros para la jubilación estaba ocupada. Asaltada, destrozada y con una hipoteca que tuvo que pagar a los usurpadores para recuperar el derecho a entrar en su propia casa.
Se acabó el romanticismo y la condescendencia con que se miraba a aquellos movimientos que venían de fuera. Los squatters ingleses ya van a la cárcel. Y los holandeses, que hicieron de la Ámsterdam del posthippismo la capital mundial de la okupación. En España, usurpar una propiedad ajena también es un delito, pero tiene tantos vericuetos la aplicación de la ley que acaba por convertirse en el reino de los jetas.