Lo mejor, un terremoto

Cuentan que recién llegado a la presidencia de la Generalitat, Jordi Pujol se interesó por la necesidad de sacar Cataluña al mundo con un gran impacto. ¿Qué nos vendría bien para darnos a conocer a nivel mundial?, preguntó el presidente. Inmediatamente uno de sus colaboradores respondió casi sin pensarlo: un terremoto, president, un terremoto nos vendría muy bien. Un terremoto es lo que necesita ahora Carles Puigdemont para frenar y ocultar la dinámica de desastres que han comenzado a afectar a Cataluña, tras su arriesgada maniobra.

Hasta miembros del Govern llaman a dar marcha atrás. Porque con Europa dándoles la espalda, bancos y empresas huyendo despavoridas, con el mensaje negativo que supone para los mercados; con caídas en las cotizaciones bursátiles, retirada de depósitos, cancelación de pedidos, turismo a la baja, empresarios alarmados y anuncios de corralito, entre otras calamidades, colocaron a un paso del pánico, si no es que ya cundió, a amplios sectores de la sociedad catalana. También a los independentistas. El camino para lograr hacer de Cataluña el paraíso de la felicidad y la opulencia se ha torcido, especialmente en las últimas horas. No porque el Gobierno de Rajoy tomara las medidas para que esto fuese así, que sería lo deseable, sino porque quienes han ejercido sus responsabilidades han sido el mundo empresarial, que le va al bolsillo, y los ciudadanos disconformes con el procés que salen a la calle. Probablemente, con ninguno de los dos contaban los independentistas cuando trazaron su estrategia, exitosa en la comunicación, y fallida en su finalidad.

Ahora mismo, lo mejor que le puede ocurrir al Govern de Puigdemont-Junqueras es que haya un revulsivo, para que la atención se traslade a otro punto. Por eso no les vendría nada mal un terremoto. O en su defecto, que se reafirmen en su apoyo a la rebeldía Stoichkov y Karmele Marchante. Dos ilustres y convencidos independentistas.