El caso sigue abierto
Opinión
05 Apr 2018. Actualizado a las 08:25 h.
Cristina Cifuentes llegó a la Asamblea de Madrid con síntomas de muerte política. Se marchó de la Asamblea de Madrid después de un debate bronco arrepentida de haberse metido con Ciudadanos y de que el portavoz del PP haya incluido a ese partido en el saco de un tripartito cuya finalidad es destruir a la presidenta en una imaginada teoría de la conspiración. Fue un error situar a Ciudadanos como enemigo, porque ahora el PP de Madrid vuelve a la casilla de salida de hace tres años y tiene que negociar con Albert Rivera el Gobierno de la comunidad. Ese es el desenlace del Mastergate tras el anuncio de que el PSOE presentará moción de censura. Era una salida previsible y un desafío para Ciudadanos, que parecía haberle dado un respiro a la presidenta con su propuesta de crear una comisión de investigación.
Albert Rivera se encuentra ante algo muy parecido a una trampa: si permite que Cifuentes siga al frente del Gobierno regional, se le reprochará que ampara a quien es, por lo menos, objeto de sospecha. Pero, si respalda la censura y permite que haya un presidente socialista, y encima votado por Podemos, no se lo perdonarán los conservadores que ahora le están regalando tanta intención de voto en las encuestas. Es una prueba endemoniada. Se supone que el PP se empleará a fondo para ganar su voluntad, porque el señor Rajoy no se puede permitir la pérdida de la Comunidad de Madrid después de haber perdido también su ayuntamiento y cuando ya se preparan las próximas elecciones autonómicas y municipales.
Mientras tanto, la cuestión de fondo es otra: ¿se ganó la señora Cifuentes ese castigo de la moción de censura? Si la pierde y tiene que abandonar la presidencia, ¿hizo méritos para ello? Por lo oído ayer en el debate de la Asamblea de Madrid, parece que sí: sus explicaciones, aunque le parezcan satisfactorias a Rajoy, no fueron suficientes: no es creíble que haya perdido su trabajo de fin de máster ni que no se haya preocupado de pedir una copia a la universidad. No desmintió la falsificación de firmas. No es creíble una rectificación de notas por un error informático dos años después. Y tampoco consiguió desterrar la impresión de que, al menos, se benefició de un trato de favor. Y eso que la oposición se lo puso fácil: ni la portavoz de Podemos, ni el del PSOE, ni el de Ciudadanos aportaron un dato nuevo ni una investigación propia que complementase las informaciones publicadas.
Conclusión: Cristina Cifuentes consiguió salir viva, aunque tocada, de la sesión parlamentaria por defecto de los adversarios más que por méritos propios. Pero su caso sigue abierto. La moción de censura será a vida o muerte. De ella y, en parte, del PP.