El 5G atropella a Donald Trump
Opinión
16 Jun 2019. Actualizado a las 19:02 h.
El 5G ya está aquí, dentro de cuatro días estará operativa la primera red comercial en España, y -aunque somos uno de los primeros países europeos en penetración de la telefonía móvil- no es para descorchar el champán de los campeones: en marzo había quince redes 5G en todo el planeta, tres en Corea del Sur, dos en Australia, dos en EE.UU. y Catar y una, respectivamente, en países tan diversos como Finlandia, Polonia, Emiratos Árabes, Bahrein, Kuwait y hasta Lesotho, en África. Tampoco corre prisa, porque la mayoría de los usuarios no percibirá su presencia hasta el año que viene, cuando, con la excusa de la Eurocopa 2020, nos convenzan por todos los medios de la necesidad de renovar nuestros dispositivos por otros compatibles con la nueva tecnología. La industria ya se está preparando y ahí tenemos, a un año vista o menos, la novena generación de consolas (Project Scarlett, de Microsoft, PS5), los servicios de videojuegos en streaming (Stadia, de Google) y las tarifas de datos «ilimitados» (de momento sí hay límite: 400 GB).
Pero el 5G es algo más que poder ver la batalla contra los caminantes blancos de Juego de Tronos sin imágenes pixeladas. La telemedicina o el coche autónomo son solo dos de los sectores que se beneficiarán de las velocidades de conexión multiplicadas por veinte y, sobre todo, de la casi nula latencia. También los sistemas de navegación, el control de la población vía Big Data y las comunicaciones militares se verán súper potenciados; eso significa poder o dominio global, y por eso a Trump se le ha atragantado que China esté en inmejorable posición para liderar esta nueva era.
Ayer mismo, Huawei anunció que ha suscrito 46 contratos comerciales de 5G con operadoras de todo el planeta -entre ellas Vodafone (británica)- y ha desplegado más de 100.000 estaciones base 5G. La compañía de Shenzhen es el primer proveedor mundial de redes 5G, con presencia en más de 170 países. Todo va demasiado rápido para el inquilino de la Casa Blanca, que quizá en poco más de año y medio tenga que volver a su torre dorada de Manhattan.