¡Claro, señora Forcadell!
Opinión
01 Nov 2019. Actualizado a las 05:00 h.
El proceso catalán es una construcción política, como cualquier otro hecho político. La repentina caída del caballo de la señora Forcadell va al mismo centro de la construcción política del procés. De repente, se ha dado cuenta de que los independentistas no han tenido empatía con los no independentistas.
¡Pues claro, mujer! La identidad se construye casi siempre por contraposición a los otros. La lectura primordial del nacionalismo, la más tradicional, sitúa en ciertas precondiciones étnico-culturales diferenciadas la razón de la nación, y con ella la razón política del nacionalismo. En resumen, hablamos una lengua, tenemos una cultura, luego somos una nación; y si somos una nación la voluntad de la nación se expresa a través de la acción política del nacionalismo (de los que reparamos en el hecho indiscutible de que somos una nación). Como se ve, aquí los otros no cuentan.
En la lectura constructivista, es la propia acción política nacionalista la que crea la nación, es decir, la nación no preexiste a la acción política del nacionalismo; pero también en esta lectura los creadores de la nación son exclusivamente los nacionalistas. Tampoco aquí los otros cuentan.
No es que no tuvieran empatía, señora Forcadell, es que los otros no contaban sino como opuestos a lo que ustedes proponían. Eran solo eso, los que se oponían. Lo malo de todo esto es que esta lectura de cómo cuenta en política el que no piensa como yo no es exclusiva ni de la señora Forcadell, ni del nacionalismo, sino que es sustancial a la competición política de nuestro tiempo.
El otro es el adversario, el diferente; mi identidad y la de los míos se construye por oposición al otro; los políticos hablan para sus targets sin importarles el resto. Ahora todos reparamos en que la señora Forcadell reconoce que no tuvieron empatía con los catalanes no independentistas, y mi pregunta es: ¿Y los que no somos independentistas, tuvimos alguna empatía con los indepes?
La señora Forcadell acaba de caer en la cuenta de que no todos los catalanes son independentistas, como si las encuestas y los resultados electorales no lo hubieran dejado claro ya en numerosas ocasiones. En realidad, el sentimiento nacionalista y la voluntad independentista en Cataluña han ido en aumento en los últimos diez años, y todo hace ver que esta brecha es cada vez más fuerte.
El peligro del ‘relato único’, el del amigo-enemigo, es que pasa por alto la existencia de otras múltiples interpretaciones de la realidad, de otros relatos que por no ser predominantes parecen inexistentes, pero que incluso en ocasiones son mayoritarios. Casi todos los políticos hablan en nombre de los pueblos, de los catalanes, de los españoles, de los gallegos, tengan el 35 % o el 2 % de representación. Un lenguaje totalizador que siempre se olvida del otro, de los otros; sería hora de cambiar.