La desafinada orquesta mundial y radial del coronavirus
Opinión
27 Mar 2020. Actualizado a las 10:32 h.
Fukuyama nos mintió. La historia no tiene fin, no se termina. Es como la energía. Se transforma y nos transforma. Recordaremos durante mucho tiempo el 2020 como el año del impacto disruptivo del coronavirus. Ha alterado casi todos los hilos invisibles que mueven el mundo: tránsito de personas, movimiento de mercancías, producción manufacturera, flujos de datos en Internet, comidas de negocios... Estos días la orquesta del mundo toca completamente desafinada.
La partitura macabra la firma el bicho. Pero la batuta la llevan al alimón el miedo y las contradicciones de nuestra civilización, tan opulenta en grandes números y oropeles como rácana y tacaña para invertir en los sistemas y gremios que salvan vidas. Y las notas más estridentes las da una reconocida amalgama de asombrosos intérpretes.
En las cuerdas están los ciudadanos de a pie que se empeñan cada día en mostrar en las calles su ignorancia de las leyes y su desprecio por el prójimo propiciando posibles nuevos contagios. Llevan la percusión los que vomitan, de forma atronadora, odio y desinformación en las redes. Y empuñan con furia los instrumentos de viento metal grandes figuras como Temerario Trump, «Constipadinho» Bolsonaro o Tiburón Boris Johnson. La melodía suena más aterradora gracias al coro de españoles que decidieron que el virus, además de letal, tenía que ser radial. Y se vinieron, en coche, tren o avión, a pasar la cuarentena a Galicia.