La Voz de Galicia

La comisión de auditoría y el COVID-19

Opinión

Teresa Mariño Miembro del consejo de Altia y profesora en IESIDE

20 Apr 2020. Actualizado a las 09:35 h.

Olvidar el primer trimestre del 2020 no va a ser fácil. La propagación global del Coronavirus y sus efectos, con la mayor crisis sanitaria que recordamos, causando miles de víctimas mortales, así como sobre la economía, serán recordados por años. España se enfrenta a una situación compleja, que además de gestionar un problema humano sin precedentes, nos está ya mostrando estimaciones de caída del PIB 2020 del 8 % y una fuerte subida del paro, aunque sea temporal, al 20,8 %. El déficit público se disparará y la deuda bruta podría alcanzar el 122 % (FMI). La contracción va a ser mucho más profunda que la crisis del 2008, pero los riesgos sistémicos no son los mismos. La rápida reacción monetaria y fiscal de bancos centrales y gobiernos, la solvencia del sector bancario y la no existencia de burbujas contribuirán a una recuperación, más en forma de U que la que el mercado comentó inicialmente en V.

 

La recomendación de crear una comisión de auditoría hace más de dos décadas por el primer código español de buen gobierno, el Código Olivencia, y posteriormente, el refuerzo con la entrada en vigor de la nueva Ley de Auditoría, donde pasó a tener especial relevancia y protagonismo en el ámbito de control interno y reporting. Aunque parecía otro requerimiento regulatorio más, el COVID-19 ha situado a la comisión de auditoría como un órgano imprescindible de soporte al consejo y la alta dirección de las compañías. Las empresas que hayan desarrollado un modelo para evaluar los riesgos, dispongan de un mapa de riesgos globales, tengan implantado el sistema de control y la monitorización de la actividad, juegan con ventaja en la salida de la crisis.

 

En este sentido, el enfoque de gestión del riesgo debe ser más proactivo que nunca, el COVID-19 ha sido un evento disruptivo con un alto impacto en las empresas. Si bien es cierto que incluir procesos para identificar este tipo de riesgos son difíciles de identificar y monitorizar, ahora es necesario reforzar la gestión de riesgos en tres aspectos clave: el primero es disponer de una visión de los riesgos con análisis top-down, las decisiones empresariales estratégicas que se están tomando deben ser reevaluadas con información global, hasta ir bajando a nivel de variables más detalladas que midan el impacto. Del mapa de riesgos global, se priorizarán los cinco riesgos más significativos con un monitoreo mensual de su actividad, una revisión del manual de procedimiento para ajustar en caso necesario a la nueva exposición al riesgo.

En segundo lugar es necesario diseñar métricas para observar las tendencias del mercado financiero, actuación de bancos centrales, cambios fiscales e indicadores macroeconómicos y de sentimiento, de manera que sirvan como punto de inflexión para ver la salida de la crisis e impacto en riesgos, en un momento como el actual, en el que no hay visibilidad. Por último, trazar un plan de preservación de la caja. Aunque el riesgo de iliquidez no sea elevado, se deben realizar planes enfocados a la gestión de la tesorería que optimicen los gastos de personal, limiten los gastos no necesarios, gestione eficientemente los cobros y pagos y acceda a ayudas financieras para reforzar la liquidez disponible.

 


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