No puedo respirar
Opinión
15 Jun 2020. Actualizado a las 09:05 h.
El Diccionario de la Real Academia ofrece, entre las muchas acepciones que recoge la palabra «cara», la que hace equivaler a «desfachatez», definida en otro lugar como «descaro, desvergüenza». No se me ocurre nada mejor para hablar de la actitud de Donald Trump, tan solo unos días después de la brutal muerte por asfixia del afroamericano George Floyd, en manos (o mejor dicho, bajo la rodilla) de un policía blanco de Mineápolis (Minnesota). En una de esas pomposas ruedas de prensa en la Casa Blanca, en la que pretendía convencer (no sé a quién) de que el país va viento en popa, el presidente aún tuvo la jeta (o la provocación) de decir que «era un día grandioso para el país, grandioso para su gente», incluso -y aquí viene lo peor- «para George Floyd, que con suerte nos está mirando desde el cielo». Como decía Calderón de la Barca, «cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla». La buena noticia es que el castillo de naipes se viene abajo. A la nefasta gestión de la crisis sanitaria, con más de 110.000 muertos por covid-19 en Estados Unidos, se une el desplome económico y ahora la protesta racial que ha hecho salir a miles de personas a la calle y que ha dado la vuelta al mundo. Con un poco de suerte, un día de estos, a escasos cinco meses de las elecciones y con un contrincante electoral que las encuestas ya sitúan por delante en popularidad, sea el propio Trump quien se desafloje el nudo de la corbata para jadear No puedo. No puedo respirar.