La Voz de Galicia

¿Es necesario el uso de mascarilla?

Opinión

María José Pereira Jefa del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del CHUAC

27 Jul 2020. Actualizado a las 12:02 h.

Las recomendaciones realizadas en relación con el uso de las mascarillas han sido uno de los aspectos más controvertidos en el manejo de la pandemia por SARS-CoV-2, puesto que se ha pasado de recomendar su utilización exclusivamente en las personas enfermas a establecer la obligatoriedad de su uso de forma generalizada. A esto, no podemos olvidar, se han sumado tanto dificultades iniciales en la disponibilidad de mascarillas como falta de consenso en cuanto al tipo de mascarilla indicada, que han enturbiado aun más los cambios propuestos.

Entender cómo, cuándo y en qué situaciones las personas infectadas contagian el virus es fundamental para desarrollar y poner en práctica medidas de control que consigan interrumpir las cadenas de transmisión.

Desafortunadamente algunos de estos conocimientos solo se han podido adquirir con el curso de la propia pandemia. Un aspecto crítico ha sido la constatación de que las personas infectadas pueden transmitir el SARS-CoV-2 antes de que ellas mismas enfermen. En un primer momento se asumió que la capacidad de transmisión solo la tenían los pacientes sintomáticos, de forma similar al síndrome respiratorio agudo severo (SARS), o al síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), pero los estudios realizados han podido demostrar que antes del inicio de síntomas (hablamos de entre 1-3 días antes) puede producirse esa transmisión. Y no solo eso, también se ha comprobado que existen portadores asintomáticos, es decir, personas infectadas por el virus pero que no van a desarrollar síntomas y que de algún modo también juegan un papel en la cadena de transmisión, pudiendo llegar a ser entre el 6 y el 41 % de los infectados.

La decisión de implementar medidas de tal calado como el uso obligatorio de las mascarillas debe considerar aspectos que varían de un entorno a otro, también temporalmente, como son las dinámicas especificas de contagio en la población, comportamientos relativos al uso de espacios cerrados o posibilidad de distanciamiento físico, grado de cumplimiento del conjunto de medidas preventivas, la capacidad de rastreo de contactos o realización de pruebas diagnosticas del sistema sanitario, entre otras. Esto ha hecho que organizaciones como la OMS, que en febrero de este año inicialmente desaconsejaron su uso generalizado, hayan reconsiderado su posicionamiento valorando los beneficios que aporta esa medida, integrándola en estrategias multifactoriales y acordes a la realidad epidemiológica del área de aplicación.

Pero no es fácil, lo más complicado de valorar en las medidas no farmacológicas adoptadas en el período pandémico es la contextualización del riesgo/ beneficio de las mismas. Sabemos que desde el punto de vista sanitario el confinamiento fue una medida beneficiosa, pero desde el punto de vista económico/social ha sido uno de los reveses más importantes al que nuestro país se ha tenido que enfrentar. En menor medida, algo similar ocurre con las mascarillas, sabemos que su uso mantenido puede determinar desventajas: dificultad en la respiración por resistencia al paso de aire, lesiones cutáneas por uso continuado, riesgo de contaminación, problemas en la comunicación para población sorda, dificultades de uso en población discapacitada, en colectivos como los niños, incomodidad… pero el beneficio obtenido creemos que va a superar a los riesgos. Y no solo es una creencia, existe ya evidencia publicada que compara la evolución de la enfermedad en función de los criterios preventivos aplicados en diferentes países o regiones, con reducción significativa tanto de la enfermedad como de la mortalidad en las regiones que tienen mayor grado de adherencia a las medidas preventivas generales.

Por tanto, debemos recordar que la recomendación del uso de las mascarillas debe entenderse como parte de un conjunto integral de medidas preventivas, básicas en estos momentos en los que existe un alto riesgo de enfrentarnos a brotes, rebrotes o incluso nuevas ondas de covid-19.


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