Pablo Iglesias sí «fala en ruso»
Opinión
10 Feb 2021. Actualizado a las 09:08 h.
Imagínense la escena: corría 1976, quizá los primeros meses de 1977, y Enrique Líster, ya de vuelta del exilio, daba una charla en la facultad de Economía de Santiago. En un aula hasta la bandera, hizo su entrada el militar republicano y en ese minuto de expectación, cuando el invitado tomaba la palabra, un vozarrón como salido de ultratumba atronó la sala, pinchó el globo y convirtió el acto en un auténtico esperpento: «¡Fala en ruso!».
Líster no habló en ruso, por supuesto, pero ahora, muchos años después, lo ha hecho, a su manera, Pablo Iglesias, que ha decidido que él puede decir lo que le plazca porque, con sus 35 diputados, tiene a quien lo nombró y podría cesarlo cogido por el cuello.
Por eso Iglesias puede ciscarse en el buen nombre de España y de nuestra democracia. Hace unos días, y en un infausto viaje, José Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, tuvo que soportar que el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, contestase a la corajuda defensa de Borrell de los derechos de Navalni, a quien Putin persigue sin descanso, con una comparación inadmisible: Navalni está encarcelado, dijo Lavrov, ¡por las mismas razones que lo están en España los presos del procés!
La réplica de nuestra ministra de Exteriores no se hizo esperar: subrayando una evidencia, González Laya proclamó que España está entre las democracias más avanzadas del planeta mientras Rusia está entre las primeras por la cola.
Así las cosas, y en plena refriega diplomática (la portavoz de Lavrov se mofó de las palabras de la ministra: «Ahora tengo un nuevo ídolo democrático»), terció, con sus aires de superioridad moral ya insoportables, el vicepresidente segundo del Gobierno, quien, subrayando que hablaba en esa condición (¿en cuál si no?), dio la razón a Lavrov, es decir, a las autoridades de un país extranjero, de muy dudosas credenciales democráticas, en conflicto con España: Iglesias -«como una ráfaga de balas trazadoras», según escribió ayer aquí con exactitud Cesar Casal- declaró al diario Ara que «no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bélgica».
No insistiré en lo que todo el mundo sabe, salvo los independentistas que llaman en su apoyo, para dar mítines conjuntos, a ese gran demócrata, Arnaldo Otegi, que justificó cientos de crímenes de una banda terrorista: uno de los políticos a los que se refiere el líder de Podemos fue a prisión tras haber sido juzgado por un tribunal independiente con todas las garantías de un Estado de derecho y el otro está huido de la justicia.
Pero sí reconoceré la parte de razón que tiene Iglesias: España sufre, en efecto, una anomalía democrática. En ningún lugar del mundo un político que ataca a su país y al Estado al que sirve podría ser vicepresidente. Y en ninguno la respuesta del presidente a esos ataques, que se parecen mucho a una traición, sería un silencio sepulcral y vergonzoso en lugar de un cese fulminante.