Puigdemont, recta final
Opinión
25 Feb 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Contra viento y marea -contra los retrasos impuestos por el covid-19 y, sobre todo, contra las presiones, intoxicaciones y filtraciones interesadas- la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento europeo ha dado luz verde al levantamiento de la inmunidad de los europarlamentarios Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí. La ratificación de esta decisión, que responde a la petición que la justicia española hizo hace algo más de un año, corresponde ahora al pleno del Parlamento, y será votada en la segunda semana de marzo.
Conviene recordar los principios básicos de este procedimiento de suspensión de la inmunidad parlamentaria. El objetivo es determinar si una causa judicial sobre un eurodiputado, abierta en su país de origen, tiene que ver con sus actividades de parlamentario europeo o bien ataca la independencia de la cámara. Si la respuesta es negativa en ambos casos, se concede el suplicatorio. El procedimiento no aborda culpabilidades o inocencias, no es un juicio. Ni yo, como presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos, soy un juez, ni mis compañeros eurodiputados son abogados defensores o fiscales.
Repito: lo que ha hecho la Comisión ha sido analizar las razones que llevaron a España a solicitar el levantamiento de la inmunidad de tres eurodiputados desde una perspectiva puramente reglamentaria. Se han analizado, se ha votado una decisión tras un debate riguroso y ahora le toca al pleno. Se ha dado un paso adelante. Ni más ni menos.
Conozco el Parlamento europeo desde hace siete años. No recuerdo un caso similar que haya sufrido tantas presiones, tanto ametrallamiento de medias verdades, filtraciones y mentiras, tantas zancadillas y agresiones personales como las que han intentado hacer descarrilar este procedimiento. No lo han conseguido. Se ha hecho con todas las garantías, con el reglamento en la mano, con la transparencia y la confidencialidad que imponen las normas del Parlamento, como pueden confirmar los 25 eurodiputados de todas las tendencias que forman la Comisión.
Quiero decirles que estoy orgulloso de que hayamos sabido mantener la cabeza fría para que se cumplan las normas, las garantías del procedimiento y, en última instancia, la ley. Sin ley no hay democracia. Y sin democracia no hay Unión Europea. Este es el mensaje que resuena alto y claro desde Bruselas en este caso: cuando las instituciones y el derecho son más fuertes que las insidias, las falsedades y la demagogia populista, gana Europa. Gana la democracia.