La Voz de Galicia

Vamo a ser felí, felices los cuatro

Opinión

Eduardo Riestra

30 May 2021. Actualizado a las 05:00 h.

Cuando yo era niño mi padre nos leía poemas de un libro «muy popular por aquellos tiempos» titulado Las mil mejores poesías de la lengua castellana, un exhaustivo recorrido por los poetas españoles desde Garcilaso hasta nuestros días (de entonces, que ya llovió). Mi padre, a través de Espronceda, nos daba una de cal y otra de arena, la de arena era La canción del pirata, con diez cañones por banda..., pero la de cal era La desesperación: me gusta un cementerio de muertos bien relleno... Yo pasé una parte importante de mi infancia recorriendo aquellas páginas, las letrillas gamberras de Quevedo o simpatiquísimas de Baltasar de Alcázar, o de Bretón de los Herreros, los poemas de amor de Gutierre de Cetina, Bécquer, Neruda, Campoamor —escribidme una carta, señor cura—, las canciones de Federico y de Manuel Machado, las estrofas rimbombantes y cursilísimas de Rubén Darío, —ya se oyen los claros clarines; Margarita, te voy a contar un cuento—. Ahora que están tan de moda las letras en las canciones y los reyes de Instagram publican libros con sus ocurrencias, que sus congéneres compran y leen, y se emocionan porque reconocen sus sentimientos simples en las palabras tontas, o los versos sexuales de regetón que ciñen el amor al perreo y el movimiento del culo, uno recuerda el poema más hermoso jamás escrito en la lengua de Gonzalo de Berceo, aquel que empieza: recuerde el alma dormida, avive e seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando.


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