Nadia Calviño y la botánica
Opinión
18 Jul 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Discutimos ahora si Cuba es una dictadura, o, mejor dicho, si la falta de libertad y de democracia de los cubanos se puede llamar así. Discutimos el nombre, no los hechos. Y llega Nadia Calviño y nos apaga la música: nos dice que intentar poner adjetivos y etiquetas no es productivo. Yo, claro, me acordé de inmediato de Linneo -el botánico que clasificó miles de plantas-, de Darwin, de Humboldt, de gentes que, como hiciera Adán en el Paraíso, dieron nombres a las cosas. Porque una dictadura es un régimen donde no existen libertades esenciales -de expresión, de reunión, de movimiento- ni democracia plena; por ejemplo, Cuba. Podemos decir: pásame ese cacho de hierro pesado que está al extremo de un palo duro, pero es más fácil decir, pásame el martillo. Es verdad que Linneo tenía la elegancia un poco eufemística -la que nos lleva a llamar invidentes a los ciegos a pesar de que ellos se llaman ciegos a sí mismos- de poner los nombres en latín, incluso cuando era el nombre de la madre del jardinero. Los ingleses, en África a los lagos les ponían los nombres de sus reyes, Victoria, Alberto..., y los gallegos en América a las nuevas ciudades el de su pueblo. En Ikea, los nombres de los muebles son palabras bárbaras con letras tachadas y profusión de puntos, tildes y virgulillas. El Adán de Mark Twain, cuando tiene a Caín cree que es un canguro y lo bautiza como Kangarrorum Adamiensis, pero al final es un niño, vaya. Eso sí, a Eva la llama siempre «la criatura nueva». Como haría Nadia Calviño.