La Voz de Galicia

«Delenda est Madrid»

Opinión

Roberto L. Blanco Valdés Roberto L. Blanco Valdés

13 Oct 2021. Actualizado a las 09:22 h.

Plinio y Plutarco narrán la historia (quizá apócrifa) de un personaje, Catón el Viejo, que, mediado el siglo II antes de Cristo -coincidiendo con las Guerras Púnicas-, finalizaba sus discursos con una frase que pasó luego a la historia: «Delenda est Carthago» (Hay que destruir Cartago). Ortega la parafraseó dos milenios después, en un artículo publicado en 1930, en el que el filósofo español, refiriéndose a la de Alfonso XIII, proclamó «Delenda est Monarchia». Ahora, el presidente del Gobierno transmite idéntica idea (hay que destruir Madrid), antiguo «rompeolas de todas las Españas (Machado)», que concentra hoy la inquina de la izquierda, y no solo de la separatista, porque la gobierna la derecha tras barrer en las últimas elecciones municipales y autonómicas. ¡Pues estamos buenos!

 

 

 

Sí, buenos estamos si esa circunstancia, por lo demás cambiante -Madrid fue gobernada por la izquierda durante años-, elevando el sectarismo a cotas nunca antes conocidas, determina la política de quienes deben defender los intereses generales. Ya decía aquí el domingo que Sánchez es un innovador: para lo malo, pero un innovador.

Su idea de descentralizar Madrid nace solo de la aversión de quien no soporta que los madrileños se empeñen en no votar a su partido. Es una indecencia política que no nos merecemos que una de las preocupaciones del presidente sea meterle los dedos en los ojos a Madrid para fastidiar a sus gobernantes en un país cuya industria y comercio sufre un ahogo desastroso por el precio insoportable de la electricidad, que tiene un paro muy superior al de las potencias europeas, que sigue estando a la cabeza del continente en la tasa de jóvenes de 18 a 24 años que ni estudian ni trabajan (20 %) y que comienza a salir de una pandemia que ha costado docenas de miles de vidas y cientos de miles de enfermos y ha dejado hecha unos zorros nuestra economía.

 

Por lo demás, ¡que nadie se engañe!: lo que en el fondo busca Sánchez no es que algunas instituciones secundarias (hacerlo con las constitucionales sería un dislate) vayan a otras comunidades, lo que nada tendría de particular, sino otra cosa muy distinta: trasladar instituciones a Barcelona o al País Vasco, dando así a sus adversarios políticos patadas en el trasero de los madrileños, para favorecer a sus socios de Gobierno. Lo contrario sería abrir la feria del «yo me pido» (Cádiz ya «se ha pedido» ¡el Tribunal Constitucional!) que acabaría pagando, en una puja de agravios territoriales, el propio Sánchez, quien, ya puestos, también podría plantear que las comunidades descentralicen las instituciones de sus respectivas capitales.

Pero no, porque el objetivo del presidente es que Madrid pague por votar en libertad. Leon Gambetta, un político de ideas avanzadas en los inicios de la III República francesa proclamó un día con razón: «Le cléricalisme : voilà l’ennemi!» Sin razón alguna, más que su malísimo perder, también Sánchez acaba de fijar una de sus ideas fuerzas del futuro: «Madrid: voilà l’ennemi!».

 

 


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