La Voz de Galicia

Venga, arriba ese ánimo

Opinión

Ernesto S. Pombo

06 Jan 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Los gallegos somos unos pesimistas. Unos tristes. Algo tendrá que ver que habitamos esta «Galicia aislada y brumosa que describía Valle-Inclán», a decir de la ministra Raquel Sánchez, responsable de la cosa esa de transportes. Pero sea por lo que sea, somos unos afligidos que no disfrutamos de la vida. Tenemos que abandonar la desmoralización y recuperar la autoestima. Y disciplinarnos y trabajar la parte anímica, que la tenemos un poco abandonada.

 

Eso precisamente es lo que nos ha recomendado la ministra de Industria, o lo que sea, Reyes Maroto, mientras certificaba el estropicio de Alcoa y Vestas. «En Galicia tenemos que trabajar mucho la parte anímica, tenemos que pasar de la Galicia de la frustración a la Galicia de las oportunidades», ha dicho la ministra en una entrevista a este periódico, en la que no aportó ni una sola solución a los problemas industriales que le fueron planteados. Debió de hacerlo para no desacompasarse con lo que viene diciendo el conselleiro de la misma cosa.

El problema que tenemos los gallegos es que nos tomamos muy a pecho nuestra situación. Y nos convertimos en unos lloreras y unos agoreros. Lo de Meirama, As Pontes, Navantia, La Artística, Cross, fábrica de Tabacos, Gamesa, Alfageme, Elnosa, Vulcano, Barreras, Alu Ibérica, las cajas de ahorro, las citadas Vestas y Alcoa y tantas otras lácteas, textiles, agrícolas y pesqueras nos quita la sonrisa. El cierre de 383 empresas del sector industrial en el 2018 y el 2019; haber perdido 35.000 empleos industriales en una década y que 50.000 jóvenes tomaran las de Villadiego en el mismo período nos crea insomnio. Nos preocupamos en exceso porque la mitad de los hogares sobrevive con ingresos mileuristas; porque el 12,5% de los empleados viven en la pobreza y porque 600.000 vecinos, desde Foz a Tui, subsisten por debajo del umbral de la pobreza. Somos así de derrotistas.

Por eso tenemos que agradecer que alguien se acerque a este país aislado y brumoso y nos inyecte una dosis de optimismo. Ahora que tenemos el cuerpo acribillado a pinchazos por las vacunas, uno más no importa. Así que arriba ese ánimo. No vaya a ser que la ministra Maroto vea que no seguimos sus consejos y seguimos frustrados cuando vuelva a Galicia a certificar el cierre de otro par de industrias.


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