Ni se acordarán de Castilla, ni se acordarán de León
Opinión
13 Feb 2022. Actualizado a las 23:17 h.
Alfonso Fernández Mañueco solo se parece a Alberto Núñez Feijoo y a Isabel Díaz Ayuso en que comparten militancia en el PP y en que son conocidos los tres por su segundo apellido. Pero ni tiene el carisma de los presidentes de Galicia y de Madrid, ni conserva la habilidad para leer a tiempo el calendario político, ni sabe cómo frenar a Vox ni cómo absorber a Ciudadanos. Dicho esto, Mañueco se parece en otra cosa a Feijoo y a Ayuso: seguirá siendo presidente de una comunidad autónoma. Gobernará porque ha ganado, con o sin Vox en su gobierno (piensen más en la segunda fórmula), porque tampoco hay alternativa. Así que el socialista Luis Tudanca seguirá en la oposición, el fenómeno de la España Vaciada se convertirá en un Guadiana mediático (solo saldrá cuando interese), a los señores de la extrema derecha no les quedará otra que respaldar al PP para no hacer presidente a uno de la izquierda, y aquellos partidos tan modernos llamados Podemos y Ciudadanos implorarán que no haya otra cita electoral que siga cavando su suelo.
Fin del análisis de la noche electoral del 13 de febrero.
Porque hasta aquí llegó Castilla y León. Hasta aquí ha agotado el tiempo en telediarios, agenda mediática estatal y visitas de los (mal llamados) líderes nacionales subidos a tractores o disfrazados de cazadores por calles peatonales, llegados en Falcon o en moto. Esos ya están pensando en la siguiente. Lo siguiente será poner en foco en Andalucía, o los pactos a nivel nacional, o el reparto torticero de los fondos europeos, o las municipales en un año, o...
El caso es que este lunes algún chaval de Palencia terminará haciendo las maletas y buscando trabajo en otro lugar. En algún pueblo de Ávila un ganadero saldrá de nuevo a ordeñar cruzando los dedos para que le paguen algo más por la leche. Los agricultores que quedan en León mantendrán la campaña de la remolacha mientras les crujen por el tema del azúcar algunos que no han visto esa planta en su vida. En Soria seguirán gritando en pancartas para que alguien mire por ellos (quizá sus tres procuradores propios, un éxito, sin ironías). Y Valladolid se mantendrá como un imán de recursos y de población siguiendo el peor esquema posible de centralismo. Ahí también hay que leer lo que ha pasado anoche; pregúntense por qué el leonesismo ha duplicado sus votos, es primera fuerza en la ciudad de León y ha triplicado apoyos incluso en Zamora o Salamanca. La estructura de esa comunidad sin identidad sigue estando en el debe, 40 años después de su invento.
Al final, la vida seguirá. Igual de bien o de mal, pero nadie se acordará de los leoneses y de los castellanos. Superado el trance de las elecciones, el problema de la despoblación, de la emigración, de los consultorios médicos cerrados, de la fallida transición energética y de la falta proyecto político colectivo seguirá ahí. Pero no volverán a ver al presidente Sánchez o al aspirante Casado (que perdió en el pueblo de su padre en León, por cierto). Hasta la siguiente. Pero igual ya no hay un tractor para la foto, porque no quede gente.