Con las vacas a la playa
Opinión
26 Jun 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Quienes vivimos en pueblos pequeños, como es mi caso, tenemos ventajas e inconvenientes. Disfrutamos de la tranquilidad o del contacto con la naturaleza, pero a cambio aceptamos algunos inconvenientes que, en la mayoría de los casos, son inevitables cuando de pequeños núcleos de población se trata.
Los problemas empiezan a surgir cuando nuestros pueblos, como también es mi caso, se convierten en polos de atracción turística y la apacible parte positiva de vivir en un lugar pequeño se convierte en un infierno. Tráfico, aparcamientos inverosímiles, invasión de aceras, etcétera, convierten la llegada del verano, por pequeño que sea el pueblo, en una vuelta al turismo de las películas de Torremolinos.
La justificación de por qué debemos soportar la invasión estival es la importancia económica del sector turístico, cuando en estos pueblos no más de un uno o dos por ciento de la población depende económicamente de esos ingresos. Muchos de esos pequeños núcleos no tienen más allá de un par de bares y, en el mejor de los casos, una pequeña tienda; piensen en Peñalba de Santiago, Colinas del Campo o el propio Redes.
Sin embargo, para que se hagan una idea, en uno de los pueblos más famosos de Galicia población local y turistas utilizan el aparcamiento de un gran supermercado para estacionar y poder así ir a disfrutar de la playa; con una compra de más de dos euros el aparcamiento es gratuito durante dos horas. Es gracioso verlos salir felices con el bañador mojado y una botella de aceite.
Nuestra relación con el turismo ha cambiado desde los tiempos de las películas de las suecas y Alfredo Landa. De aquello solo perdura una especie de fascinación en muchos políticos locales por incrementar las cifras de turistas, cuando la tendencia actual es justo la contraria: evitar que la masificación atropelle una fuente de riqueza única para muchos lugares.
Un conocido alcalde se preguntaba, con acierto, si tenía la obligación de tener preparado un lugar por si alguien venía con las vacas o los cerdos a la playa, y la respuesta es, obviamente, que no, aunque a mí me molaría. Pues, en el mismo sentido, ninguna razón justifica que los visitantes, que como los animales también tienen tendencia a hacer sus necesidades en las huertas, hagan con sus vehículos lo que les dé la gana.
En Galicia hay casi tres millones de cabezas de ganado, casi el doble que coches; o alguien toma medidas o para protestar empezaremos a ir a bañarnos a la playa con el ganado y aparcarlo en las aceras. Les parecerá una locura, pero yo ya he visto bucear unos cerdos en unas rocas en las cercanías de Punta Curro en Arousa; por cierto, los jamones salían en su punto de sal.