Las espadas siguen en alto
Opinión
07 Sep 2022. Actualizado a las 05:00 h.
No parecía una simple comparecencia, porque no lo era; hasta el propio presidente del Gobierno utilizó el término «debate» para referirse a lo que se estaba produciendo en el Senado; y por eso, tanto Sánchez como Feijoo acudieron al encuentro llevando toda la artillería y en disposición de usarla.
Ya dije días atrás que es el momento de las propuestas, de dar forma concreta a las políticas, y que el que no haga los deberes se quedará atrás. Y por este motivo, los estrategas de los dos partidos habían preparado las intervenciones con especial atención a la ruta y a los datos, y tanto uno como el otro decidieron acudir al Senado cargados de bagaje y de propuestas.
Por fin funcionó la maquinaria de la Moncloa, y se vio a un presidente seguro, haciéndose fuerte en las políticas que el Gobierno ha desarrollado durante la legislatura, hasta el punto de semejar más un debate del estado de la nación que una comparecencia en el Senado; pero eso era lo que le había pedido Feijoo, que no se refugiara solo en la energía; y su primera intervención de ayer fue, sin duda, la mejor explicación de Gobierno que ha hecho Sánchez en toda la legislatura.
Enumeró medidas y detalló su efecto sobre los sectores ciudadanos medios de nuestro país; sentenció que España tendrá en los próximos meses la energía más barata de Europa, y Feijoo solo le pudo responder diciendo que tenemos la energía más cara de la historia. Y las dos cosas son verdad, pero una es efecto de la política del Gobierno y la otra del puro discurrir de la historia.
No le gustó a Feijoo la primera intervención de Sánchez y subió a la tribuna tenso, sin la comodidad a la que nos tiene acostumbrados en Galicia; y eso le hizo volver a la rutina de los últimos tiempos, a autonombrarse, a recrearse en lo que los ministros han dicho de él, a describir los supuestos insultos que recibe, a tratar de mostrarse como el «experimentado gobernante» frente al «bisoño presidente». Y dejó poco, muy poco tiempo para enseñar su propuesta, sus medidas; el viejo recurso de agitar en la mano un grupo de folios con carátula y enunciar algunas generalidades, pero desarrollar, lo que es desarrollar, poco.
Feijoo se sintió incómodo y prefirió llevar la comparecencia al cuerpo a cuerpo, y Sánchez aceptó el envite y respondió con la misma contundencia, muy lejos ya de su primera intervención; dejó a un lado las propuestas y se fue al debate político, incluso al refugio ideológico, para mostrarse como el referente de las clases medias de este país y situar al PP cerca de los intereses de las grandes empresas.
Ahí Sánchez desnudó toda su estrategia para el recorrido de los próximos meses; la ruta que seguirá y los targets a los que se orientará. Pero mientras lo hacía se enredó en exceso con la solvencia y la mala fe, cuando ya había desarbolado totalmente el estandarte popular; unos minutos que seguramente podían haber sobrado, pero ya era imposible salir de la confrontación, ya a nadie le importaban las políticas, todos estaban trabajando en cómo recogerán hoy los medios la comparecencia, en los titulares, en los gestos, en las tertulias, en cómo recomponer algunos desaguisados.
Y todo, porque después de la primera intervención de Sánchez a Feijoo solo le cabía empatar; y para eso tenía que llevar al presidente a otro terreno, y lo hizo, porque nadie podía dar un paso atrás.
Sánchez mostró las líneas fundamentales de su estrategia, el relato, los targets, de qué quiere convencer a los españoles y cuáles son los españoles a los que quiere convencer. Feijoo fue más difuso, no esperaba al Sánchez que encontró y no tiene tan clara la ruta.
Sánchez sale satisfecho, pero tiene que saber frenar cuando ha ganado. Feijoo esperaba más, pero ahora sabe que cuando no se es presidente hay que acertar con los escenarios y no infravalorar al oponente. Para los dos, las espadas siguen en alto.