Moderadamente radical
Opinión
19 Nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Cada día es un día histórico para quienes redescubren la pólvora del radicalismo. Jeremy Bentham, el primer radical de verdad, vivió entre los siglos XVIII-XIX y ya defendía la libertad individual, la libertad de expresión, la abolición de la esclavitud (la prostitución, por ejemplo) y de la pena de muerte, el Estado laico, el divorcio, la igualdad entre hombres y mujeres, la condición de los homosexuales y la protección de los animales. Bentham ya era progresista, feminista y animalista antes de que existiesen esas etiquetas.
Hoy en día el concepto de radical se ha vaciado de contenido político y se usa a conveniencia. Hoy toca ser moderado, ser de centro, a menudo de centro comercial. Se supone que el radicalismo es la antítesis de la moderación y que un radical es extremista, aunque tanto puede ser un jacobino centralista como un independentista periférico, un pro españolista como un anti europeísta...
La derecha española repite el mantra del Gobierno sustentado por una coalición de radicales comunistas, bolivarianos y proetarras, para que quede grabado a fuego en la piel de toro. Cuando el PP gobernaba gracias al apoyo del nacionalismo catalán y vasco no se rompía España ni había radicalismo en el ambiente; se trataba de acuerdos entre las burguesías moderadas de uno y otro lado, mientras ambas sacaban tajada.
Hoy la derecha española es más radical que su homóloga europea, que apoya medidas similares a las propuestas por el Gobierno (el gravamen a las eléctricas, por ejemplo). De hecho, cuando en otros países se ha demostrado que la bajada generalizada de impuestos no reactiva la economía después de una pandemia, la derecha española continúa con este otro mantra neoliberal que, de favorecer a alguien, favorece a los más ricos; asumiendo que la cosa mejora cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Entretanto, el paradójico paradigma del centrista de hoy consiste en ser moderadamente radical.