Tenemos que hablar más alto y claro
Opinión
30 Nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Los gallegos tenemos un problema. No hablamos suficientemente alto y claro y, por tanto, no se nos escucha. Utilizamos un tono apagado que nos lleva a pasar desapercibidos. Nos ocurre con frecuencia, pero sobre todo cuando planteamos nuestras necesidades más allá de Pedrafita. Algunas, históricas, y una mayoría que nos está obligando a vivir en desigualdad frente a otros lugares de España.
Las situaciones de desatención se suceden cada día. Y varias veces. Desde la llegada de la democracia no hay un solo representante gallego que se sintiera satisfecho con lo alcanzado del Gobierno central. De Fernández Albor a Alfonso Rueda. Y ocupe quien ocupe la Moncloa o San Caetano. Eso no influye. Claro que últimamente las quejas no dan respiro. Desde el «estos no son unos buenos Presupuestos para Galicia», del presidente Rueda; a Stellantis, pasando por Alcoa, Altri, la financiación, el corredor atlántico, el reparto de fondos europeos, sanidad, autopista o el viejo sueño del tren Oporto-Vigo, que continúa estacionado. El sollozo y la resignación son permanentes.
Y si nos vamos a la otra acera ocurre lo propio. El BNG se abstuvo en la aprobación presupuestaria de la pasada semana porque Néstor Rego considera que los Presupuestos son «insuficientes para Galicia», al tiempo que denuncia la falta de interés que existe en resolver los problemas de los gallegos. Lo que ya nos había quedado claro desde hace tiempo.
Pero estas posturas chocan con las que se producen en otras comunidades. Los vascos, esos a los que siempre se les acusa, quizás por celos, de mercadear con sus apoyos, se fueron con el compromiso de invertir decenas de millones en las universidades, de revisar el sustento de servicios esenciales y cesión de competencias de Tráfico a Navarra, pactada por Aznar en el año 2000. Entre otros logros y después de conseguir la renovación del cupo para el próximo lustro.
Los catalanes se llevaron partidas para infraestructuras y otras mejoras en su territorio. Otro tanto les ocurrió a nacionalistas y regionalistas valencianos, canarios y cántabros. Que consiguieron lo que querían tras aplicar las mejores técnicas de negociación, con tiras y aflojas, y por eso acabaron apoyando las cuentas públicas.
Y es que a los gallegos no nos escuchan porque no nos expresamos con la suficiente contundencia. Hablamos como avergonzados. Y cuando no nos atienden, nos instalamos en el lamento y recurrimos a la decepción y discriminación, aunque el problema es que nuestros representantes institucionales y políticos hablan tan apocados y temerosos que no le prestan interés a lo que dicen.
Hay que cambiar el tono y la disposición. Y expresarse con claridad, energía y vehemencia precisas, para que nos hagan caso. Como hacen, por ejemplo, vascos y catalanes. Y si aún así siguen sin escucharnos, pues damos un golpe en la mesa. O varios. Que ya está bien de ir de catetos por la vida.