Descarbonización: navegar no será gratis
Opinión
29 Dec 2022. Actualizado a las 09:16 h.
El 1 de enero del 2023 entran en vigor las nuevas normas de la Organización Marítima Internacional (OMI) cuyos objetivos se centran en reducir tanto las emisiones de gases de efecto invernadero del sector marítimo como los impactos ambientales de los buques. Tratan de evitar que el transporte marítimo continúe emitiendo partículas que contribuyan a deteriorar el planeta. En este sentido, los propietarios de los buques deben dotar a sus embarcaciones de tecnologías eficientes para posibilitar la utilización de combustibles alternativos, ya sean el gas natural licuado, el metanol o el amoníaco. Dicha apuesta supondrá, por un lado, un aumento de los costes y afectará a la cobertura de los seguros; y, por otro, los mares estarán acotados por ciertas áreas de protección y control medioambiental, como las definidas por las ECA (Emission Control Area) y SECA (zonas libres de azufre).
Cumplir con estas nuevas normativas obliga tanto a las navieras como a los puertos a redefinir las condiciones de competitividad y a crear un sistema de controles que garanticen que los recintos portuarios y corredores de transporte funcionen con energías alternativas y en rutas oceánicas autorizadas. Es decir, los puertos han de adaptarse a los efectos del cambio climático y a las normativas aprobadas internacionalmente; y las navieras han de ajustarse al uso de nuevas alternativas de combustible. Sobre lo primero, se han establecido corredores marítimos verdes (con cero emisiones, llamadas rutas libres de carbono); y, respecto a lo segundo, es previsible el establecimiento de un gravamen obligatorio sobre los gases de efecto invernadero para el transporte marítimo internacional.
Estas decisiones se basan en la constatación de cuatro elementos relevantes. El transporte marítimo sigue dependiendo de forma mayoritaria del uso de combustibles fósiles como fuente de energía. El fuel pesado sigue siendo el combustible dominante (79 % de total) y las emisiones de gases de efecto invernadero pasaron de 977 millones de toneladas en el 2012 a 1.076 millones de en el 2018, lo que convierte al transporte marítimo en el sexto mayor emisor del mundo, tras China, EE.UU., la India, Rusia y Japón. En segundo lugar, los mayores emisores de gases son los buques portacontenedores, los graneleros y los petroleros que, en conjunto, superan el 85 % de las emisiones totales del transporte marítimo internacional. En tercer lugar, la flota mundial registró en el 2021 una edad media de 21,6 años: el 42% de todos los buques tienen más de 20 años. Pone de manifiesto un consumo nada eficiente ni económica ni medioambientalmente; a pesar de que los nuevos buques sean más grandes y tengan una mayor proporción y capacidad de transporte (los de entre 5-9 años suman el 29 % de la capacidad de carga). Y, por último, los buques más antiguos pertenecen, generalmente, a los países menos desarrollados (alrededor del 61 % tienen más de 20 años, con una edad media de 28,6 años.
El futuro exige acciones inmediatas. Las primeras conciernen a la reducción de las emisiones: el 40 % en el 2030 y el 70 % en el 2050. Obligaría a cambiar de maquinaria, tecnología, infraestructuras y energía. De ahí los encargos de nuevos buques por parte de las grandes navieras, Maersk, MSC, CMA/CGM, Hapag-Lloyd, COSCO, ONE. Las segundas se refieren a la elección de las energías alternativas. Los últimos estudios se decantan por el metanol y por el amoníaco; con el gas natural licuado como tercera opción y descartable por su elevado nivel contaminante. Y, en tercer lugar, no se escapa que lo que antes era gratis (navegar) ahora será objeto de un gravamen a fin de contribuir a descarbonizar los océanos. En suma, tendrá un coste que, sin duda alguna, será repercutible.
La UE se ha hecho cargo de la apuesta y ha establecido requisitos para el seguimiento, notificación y verificación del dióxido de carbono de los buques de más de 5.000 toneladas que llegan o salen de los puertos de la UE, siendo España el segundo país europeo con más emisiones. Por eso, los puertos han de reaccionar, prepararse y adaptarse a las nuevas reglas y al exigente funcionamiento internacional.