La Voz de Galicia

Ladran, luego cabalgamos

Opinión

cristina sánchez-andrade

13 Mar 2023. Actualizado a las 05:00 h.

No hay cosa más divertida que leer los comentarios de los lectores a los artículos de opinión publicados en los medios. Me parece que en los mismos está recogida toda la esencia de la psicología lectora de diarios online. Todo depende del tema escogido y del articulista, claro está, pero los comentaristas bien podrían clasificarse de la siguiente manera. Primero: los que agradecen al autor porque, por ejemplo, no conocían el tema y les ha interesado. Segundo: los que dan la enhorabuena por cómo está escrito y animan a los autores a seguir haciéndolo así de bien. Tercero: los que matizan o llevan la contraria al articulista desde el conocimiento y el absoluto respeto (el afán de protagonismo no es lo suyo). Estos tres primeros grupos son sin duda los mejores, aquellos por los que merece la pena el esfuerzo. Pero sigamos, porque los que vienen a continuación son otra cosa. Cuatro: los que dejan comentarios kilométricos y muchas veces maleducados (que bien podrían constituir otro artículo) para demostrar que el autor no tiene ni idea de lo que dice, y que aquí estoy yo para corregirle. Podríamos llamarlos los articulistas frustrados o, simplemente, los tocapelotas. Quinto: los que contestan a los tocapelotas y se enzarzan con ellos en una discusión de cinco o seis entradas que acaba en algo que nada tiene que ver con el tema inicial del artículo (por cierto, entre los comentaristas, muchos parecen conocerse de este u otros foros, a lo mejor hasta toman cañas juntos en el mundo no virtual). Sexto: los que se meten en la discusión de los dos anteriores sin que nadie les haya dado vela en el entierro, enrareciendo más si cabe la cosa. Séptimo: los que defienden al articulista del ataque de los tocapelotas y pretenden poner orden, aunque sin conseguirlo. Octavo: los que participan para decirle algo al articulista que nada tiene que ver con el tema (por ejemplo, «usted tiene unos ojos muy bonitos» o «ya se sabe que es un rojo de mierda»). Noveno: a veces también he visto (no muchas) que el propio autor entre al trapo de los comentarios y conteste, cosa que es casi más lamentable que todo lo anterior. Podríamos seguir, porque la tipología del comentarista lector de artículos es infinita. En todo caso, buenos, malos o regulares, tocapelotas o agradecidos, soy de la opinión de que siempre es mejor tener comentarios que no tenerlos. Ya lo decía nuestro sabio hidalgo: «Ladran, Sancho, señal que cabalgamos».

 


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