La frágil piel del mundo
Opinión
19 Mar 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Dice Dice Jacques Derrida, a propósito de otro de los grandes pensadores franceses contemporáneos, Jean-Luc Nancy, que es «el mayor filósofo del tacto». ¿Cómo interpretar una expresión así? El 23 de septiembre del 2021, el día de su fallecimiento, sale de la imprenta la traducción española de La frágil piel del mundo —en De Conatus, editorial fundada por dos mujeres nacidas en Galicia—.
La sociedad actual experimenta —nos dice el autor— no solo una crisis, sino una mutación profunda. Occidente ha desembocado en un posible callejón sin salida. El predominio de la economía y la técnica aboca a una forma de vida que nos aleja de alcanzar plenitud; incluso el planeta se encuentra en peligro. Las visiones globales y los valores que orientan las acciones se han disipado bajo el poder de una maquinaria automática desenfrenada. Esta situación contrasta en exceso con lo que somos los humanos en nuestra esencia más profunda, que se pone de manifiesto en la vivencia del tiempo, la búsqueda del sentido y la apertura a un nuevo mundo que está por surgir y del que no sabemos nada porque cuando aparezca será completamente original.
El mundo —nos dice Nancy— no es ni máquina ni animal; está constituido por la multiplicidad de las relaciones que seamos capaces de establecer entre nosotros. Los seres humanos están cubiertos de piel, el órgano más grande, que constituye nuestra individualidad finita y nos permite abordarnos y sentir. Debemos ser capaces de reconocer el don del presente, lo que puede interpretarse como una forma de participar en la eternidad, algo que la sociedad actual no concibe porque solo cuantifica las horas que exigen las producciones materiales.
Los reptiles mudan la piel; nosotros estamos en situación vulnerable, como cuando ellos lo hacen. La existencia brilla en la singularidad de los momentos, de los encuentros. El sentido solo se nos aparecerá como un destello según el modo de extender el tacto, ya que la piel es el borde para acariciar al otro o herirlo. El enigma se irá manifestando en un modo nuevo de concebir el espíritu. «¿Qué quiere decir esta palabra, espíritu? Es, sin duda, lo que surge siempre de improviso, como fue el caso del Hijo de Dios o del Hombre que se cree autónomo».
La invitación a pensar que propone Nancy —con ayuda de la visión poética que incluye en los momentos álgidos de sus textos— hará posible una transformación «con vistas a una imprevisible verdad».