La Voz de Galicia

«El traslado del rey emérito a Abu Dabi fue un error»

Opinión

Cartas al director

24 Apr 2023. Actualizado a las 10:24 h.

Un pato en la autovía de Madrid

Hace días que me cruzo con un pato de pico rojo. Parece habitar en ese punto de la autovía de Madrid, la A-6. Ha hecho suyo un trozo de arcén. Me lo encuentro ahí, siempre en el mismo punto, pasada la salida de Cambre. Algunos automovilistas pisan el freno cuando lo ven. Yo también lo hice. La primera reacción es parar para recogerlo y salvarle la vida al pato perdido. Pero estoy segura de que se asustaría al verme, de que huiría hacia los carriles y de que sería arrollado al instante. No sé qué hacer. Llamar a los servicios de emergencia quizá, pero temo que también acabe atropellado. Además, no sé si me harían mucho caso. No me lo hicieron cuando llamé hace meses porque había un perro caminando por el medio de una carretera, que volví a ver al día siguiente, afortunadamente vivo, y en otro punto del vial. En realidad, me siento culpable. Animales perdidos, desorientados en medio de la vorágine humana que yo también contribuyo a alimentar. Estoy deseando volver a ver al pato del pico rojo al pie de al autovía picoteando el arcén. Luisa Filgueira. Guitiriz.

Sanxenxo

He veraneado toda mi vida en Sanxenxo. Mis mejores y más antiguas amistades se forjaron en esos eternos veranos locos de tres meses de playa, excursiones, pandillas, juego de la botella, los primeros amores, un mar helado, olas sorprendentes, atardeceres septembrinos deliciosos y noches frescas arrulladoras. Casi todos proveníamos de una misma ciudad, Madrid, y nuestros padres encontraron ese paraíso cuando eran doce horas de coche. Cuando los malos estudiantes volvían a examinarse en septiembre, los otros disfrutábamos quizás del mejor mes del año. Cuando finalmente volvíamos a la capital, las casas habían menguado como nuestro interés por los amigos del verano y nos reencontrábamos con los del colegio. El verano pronto parecía un sueño lejano. Siempre consideré un error el traslado del rey emérito a Abu Dabi. Salir de la Zarzuela, sí. Alquilar un ático en Sanxenxo, también, a esperar los acontecimientos lejos del ojo mediático de Madrid y ponerse a disposición de jueces y fiscales, si era el caso. Poner tierra y continente de por medio y refugiarse con sus hermanos árabes no fue digno para un actor clave e imprescindible para la historia de España y su normalización democrática. No tiene asuntos pendientes con la justicia y la perspectiva de los años no solo lo absolverá, sino que lo colocará, como a todos nosotros, en el lugar que le corresponda. Luis Peraza Parga. Houston.

A Jesús Luis Agrazo Canto, Suso

Suso, falleció a consecuencia de ELA el 19 de abril a los 73 años. Consciente de su enfermedad y de que el final de su vida se aproximaba, organizó con enorme entereza el adiós de sus seres más queridos, su esposa Fina y sus hijos, Mónica y David, incluso dejó mensajes de cariño para sus nietos, Adrián, Noa, Rosalía y Leo. Con las manos casi paralizadas por la enfermedad esbozó, a duras penas, un escrito que significaba mucho para él. Sobre un folio plasmó su agradecimiento al grupo humano de la neuróloga Sousa. También lo hizo para la neumóloga Consuegra. Un agradecimiento personal al servicio de neumología de la planta 11 del Chuac. Suso siempre destacó por su benevolencia y ayuda a todo el que lo necesitaba. Deja un hueco imposible de llenar. Francisco Gutiérrez. A Coruña.

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