La Voz de Galicia

ArXenio

Opinión

César Casal

09 May 2023. Actualizado a las 09:28 h.

Uno de mis hermanos me regala un título con solo bailar una letra. ArXenio. No hace falta escribir más. Mi hermana me dona otro cinéfilo que subraya su carácter: Arsenio por compasión. Arsenio era, en efecto, bondadoso y compasivo, sin dejar de ser un zorro, como todos los galegos bos e xenerosos. De tontos, nada. Así fue que es una excepción que no tiene parangón: un símbolo del Dépor querido por la afición del Celta. No es tema menor este asunto. Se imaginan ustedes que aprecien en Barcelona a Raúl. Difícil, ¿no? Arsenio se ha ido convertido en multitud. Y voy a utilizar un poco su lenguaje. Se veía venir, qué duda cabe.

 Se ha transformado en corriente incluso entre niños que nunca lo vieron ni de entrenador, porque era un hombre corriente. Un héroe de andar por casa que corría por el monte de Santa Margarita. Vestía con zapatos de rejilla y pantalón de tergal. Con una chaqueta de chándal, por encima de una camisa. Los que venimos del fútbol modesto, de los campos de lama, sabíamos muy bien de dónde había salido él. La vida le sonrió mucho. Y le dio duro. Como a todos. En eso también fue terrenal. Y ese lenguaje de la calle, del sentido común, lacónico, que utilizaba fue lo que le convirtió en imprescindible para traducirnos lo imposible. Aquel penalti, por ejemplo. Nos lo pueden quitar de los fuciños. No pudo ser. O que Dios reparta suerte. Son tres verdades absolutas que solo alguien humilde nos las podía resumir. La vida es así. Y mucho peor que un partido de fútbol o un título. Por el fútbol lloramos. Claro. Y reímos. Pero no todo va a ser fútbol.

Esos mandamientos de Arsenio han quedado porque educan para la vida real, donde las lágrimas gordas como las que hemos llorado por él van más allá de una pelota. Que se lo digan a cualquiera de los que están en una planta de oncología, con un mal pronóstico. Sería muy de Arsenio añadir: déjate de pronósticos de partidos, los pronósticos graves son de otra cosa.

Es injusto que tenga que venir la muerte con su mirada de mármol para convertir a alguien que ya era un símbolo en mito, esos aplausos desconsolados. ¿Por qué te queremos tanto, Arsenio, fútbol aparte? Porque eres como todos nuestros padres y abuelos que hemos perdido, como nuestras madres y abuelas. Esas generaciones que vivieron cuesta arriba, que valoran más, que son de mirar a los ojos y que no descienden del móvil. Ahora, a muchos solo os podemos tocar con el recuerdo. Consuela, pero no, no es lo mismo. ArXenio, de Arteixo, era un prospecto de la auténtica realidad, de la cara y la cruz, de lo efímera que es la felicidad (el cabezazo de Alfredo), de cómo todo se tuerce por un mal remate (el cabezazo fuera de Pablo Marí, la Segunda B). Justo lo que pasó con el zarpazo final, la errata definitiva, su fallecimiento, un viernes de extrañas tormentas en A Coruña, el 5 de mayo del 2023. Cabeciña, neno, cabeciña. Que es redonda como el balón, pero hay que saber usarla. Gracias, Míster, en un mundo de falsos protagonismos, amores de farra y peinados de Neymar, por ser denominador común, orden y talento. El factor humano paseando por la línea de gol del horizonte.


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